El 11 de enero, fecha grabada en el corazón de los marroquíes, simboliza la determinación y la valentía de un pueblo que, hace 81 años, se atrevió a reivindicar su independencia. El Manifiesto de Independencia no sólo marcó un hito en la lucha contra el colonialismo, sino que también fue la base de una nación soberana, democrática y unida.
Hoy, el pueblo marroquí, unido en su orgullo y admiración, conmemora un acontecimiento histórico de innegable magnitud: la firma del Manifiesto de Independencia. Este momento es parte de un vasto clima de movilización nacional, intensa y persistente. Este día recuerda con especial intensidad las heroicas luchas libradas por los nacionales para conquistar su libertad y soberanía y para preservar la integridad territorial del país, aspiraciones profundamente arraigadas en la memoria colectiva marroquí.
Desde principios del siglo XX, los marroquíes viven bajo un régimen colonial que fragmentó el país en zonas de influencia, estableciendo un protectorado francés en el centro y un protectorado español en el norte y el sur, mientras que la ciudad de Tánger estuvo sujeta a un gobierno internacional. Este panorama divisivo constituyó un desafío importante para el movimiento de liberación nacional, que requirió esfuerzos colosales y sacrificios inconmensurables tanto de los soberanos como del pueblo.
Los levantamientos populares y las feroces luchas sobre el terreno, especialmente en el Medio Atlas, así como en las regiones del Norte y del Sur, estuvieron acompañadas de demandas políticas claras, como la oposición al decreto colonial discriminatorio del 16 de mayo de 1930, así como las demandas de reformas urgentes emitidas en 1934 y 1936. Esta lucha incesante estuvo bajo el liderazgo del difunto Mohammed V, padre de la nación, que supo despertar el espíritu de resistencia entre los marroquíes y cristaliza sus aspiraciones desde su acceso al trono en 1927.
La conferencia de Anfa, celebrada en enero de 1943, supuso un punto de inflexión decisivo para Marruecos. Al plantear la cuestión de la independencia, el difunto Mohammed V no sólo denunció la injusticia del protectorado, sino que también recordó el compromiso de Marruecos junto a los aliados en la lucha contra el nazismo. Su llamado a la independencia encontró un eco favorable entre las grandes potencias, como Estados Unidos, bajo la égida de Franklin Roosevelt, quien luego reconoció la legitimidad de la búsqueda marroquí.
La firma del Manifiesto de Independencia por 67 figuras eminentes de la resistencia, incluida una mujer, marca este acto como un audaz manifiesto de emancipación. Este documento sintetizó demandas políticas precisas, exigiendo, por un lado, la independencia bajo la legitimidad del rey Mohammed Ben Youssef, y por otro, una reforma interna que apuntaba a establecer un sistema político justo, inspirado en los valores del Shura, garantizando los derechos de todos los segmentos de la población.
Esta oleada de resistencia, reavivada con el regreso del difunto Mohammed V a Tánger en 1947, ilustra la creciente fuerza del movimiento nacional frente a las autoridades coloniales, que condujo inexorablemente al exilio de este emblemático sultán. La determinación del pueblo se intensificó y dio como resultado su regreso triunfal y la proclamación de la independencia nacional en 1956.
El resurgimiento de esta epopeya histórica no es sólo un simple homenaje al pasado, sino que también simboliza la continuidad del vínculo sagrado que une a los marroquíes con su historia, testimoniando el gran sacrificio realizado para resistir la ocupación colonial. Esta memoria viva es una invitación a todas las generaciones a perpetuar el espíritu de lucha por la libertad y a preservar los valores de soberanía y unidad que recuerdan la grandeza de la lucha liderada por sus antepasados.