Los ayuntamientos ya no saben a qué árbol recurrir

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El árbol de cristal de la plaza Pey-Berland de Burdeos. AYUNTAMIENTO DE TS/BURDEOS

Para los habitantes del barrio de Neudorf, en Estrasburgo, era impensable quedarse de brazos cruzados. A principios de diciembre, el ayuntamiento instaló un árbol de 3 metros de altura en la plaza del mercado para la temporada navideña. Sí, pero ahí lo tenéis, el árbol quedó completamente desnudo, o casi, apenas adornado con una diminuta guirnalda de luces en su copa. Un residente, sorprendido al verlo abandonado en su dispositivo más simple, lanzó un llamamiento en Facebook. “Nos dijimos que si todos pusieran aunque sea una bolita, ¡este árbol quedaría fantástico!” »cuenta después Gaël Sturtz en France Bleu. Los vecinos respondieron. El domingo 15 de diciembre quedaron encantados con el resultado: el árbol de Navidad que ahora está, pulcro y colorido, es el orgullo de todo el barrio.

En la región donde nació la tradición del árbol de Navidad (en 1492, según el historiador Georges Bischoff), no se bromea con la conífera. Si el de Neudorf es unánime, no ocurre lo mismo con el árbol “oficial” de Estrasburgo, la Place Kléber. Capital Mundial del Libro este año, la ciudad ha elegido los libros como tema decorativo. El abeto de 31 metros de altura, 70 años de edad y cortado de un bosque de los Vosgos, fue vestido con hojas de papel blancas… pareciéndose demasiado al papel higiénico para el gusto de algunos transeúntes.

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