París se había dado a sí misma la misión de organizar unos grandiosos Juegos Olímpicos para esta primera edición tras la pandemia de COVID-19.
El mundo entero, excepto Rusia y Bielorrusia, excluidos por la invasión de Ucrania, se reunió nuevamente durante poco más de dos semanas para celebrar el espíritu olímpico, superándose a sí mismo y a atletas extraordinarios que hacen retroceder los límites del cuerpo humano.
Una deslumbrante ceremonia de apertura en la Ciudad de la Luz, coronada por la inolvidable interpretación de Céline Dion de “El himno al amor”, en el corazón de la Torre Eiffel, dio inicio a quince días en los que los atletas franceses emocionaron a todo un país.
Canadá, por su parte, vivió un récord de medallas, a pesar de una enorme mancha negra asociada a un escándalo que tal vez aún no haya terminado de derramar tinta.
Juegos de vergüenza para el fútbol de Canadá
Al regresar a los Juegos Olímpicos como campeona defensora, el equipo de fútbol femenino canadiense se vio sacudido por un escándalo de espionaje con drones incluso antes de que comenzaran los Juegos. La policía de Saint-Étienne detuvo a dos empleados por intentar filmar el entrenamiento del equipo neozelandés.
El entrenador Bev Priestman finalmente fue expulsado de los Juegos de París y suspendido por la FIFA, mientras que el equipo fue penalizado con seis puntos.
A pesar de esta sanción, el equipo logró clasificarse para la fase eliminatoria. Sin embargo, no lograron milagros y perdieron en cuartos de final ante Alemania en la tanda de penaltis.
Priestman finalmente fue despedido por Soccer Canada en noviembre. Su predecesor, John Herdman, dimitió como entrenador del Toronto FC unas semanas después.
Se sospecha que el uso de drones por parte del personal de la selección canadiense de fútbol femenino se remonta a su época. Herdman dirigió en particular la selección canadiense de fútbol femenino durante los Juegos de Londres en 2012 y Río en 2016.
reina verano
El escándalo de espionaje con drones ha ensombrecido lo que de otro modo serían unos Juegos Olímpicos extraordinarios para la delegación canadiense.
Las 27 medallas, incluidas nueve de oro, representaron dos récords para Canadá en unos Juegos de Verano sin boicot. Estos números permitieron a Canadá terminar en el puesto 11 en ambos rankings.
Ocho de esas medallas se ganaron en natación, y Summer McIntosh de Toronto estuvo a la altura de las altas expectativas puestas en ella con una contribución personal de cuatro medallas, incluidas tres de oro.
En atletismo, Canadá obtuvo cinco medallas, incluido el oro en lanzamiento de martillo, de Ethan Katzberg y Camryn Rogers. Aaron Brown, Jerome Blake, Brendon Rodney y Andre De Grasse también ganaron el oro con una espectacular carrera en el relevo 4×100 metros.
También hubo varios momentos desgarradores para los deportistas canadienses. En particular, terminaron en cuarta o quinta posición 22 veces durante la quincena de París.
La nadadora quebequense Mary-Sophie Harvey sabe algo de esto: ha terminado en cuarta posición cuatro veces. La saltadora de Alberta, Caeli McKay, también quedó cuarta dos veces y acogió el resultado a veces con lágrimas, a veces con una sonrisa.
Una ciudad encantada
Los atletas que tres años antes habían vivido los Juegos de Tokio con las gradas vacías, esta vez finalmente tuvieron derecho a unos Juegos Olímpicos “reales”.
Además de poder contar con sus seres queridos en las gradas, los aficionados al deporte franceses y de todo el mundo hicieron vibrar la ciudad.
Los aficionados franceses celebraron en particular las victorias del nadador Léon Marchand, convirtiéndolo en “Rey Léon”, de los hermanos de tenis de mesa Alexis y Félix Lebrun, de la selección masculina de voleibol, etc. Gritos de alegría resonaron por toda la ciudad, de un bistró a otro.
Aparte de un ataque a la red ferroviaria al inicio de los Juegos, el evento se desarrolló sin contratiempos. Las competiciones de triatlón se celebraron con la parte de natación en el Sena, a pesar de que el triatlón masculino se aplazó un día debido a la mala calidad del agua. No hubo ninguna huelga del transporte, de los recolectores de basura o de cualquier otra persona para perturbar las competiciones y desviar la atención, que por tanto se centró en los atletas y sus hazañas.
Una vez más, el deporte unió de alegría al mundo entero.
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