Frente a las provocaciones de Argelia, Francia debe poner fin a la sumisión. Desde hace meses, el régimen argelino viene aumentando los insultos hacia Francia. Y esto no es una pequeña justa verbal, es una verdadera ofensiva. Primero, estas acusaciones delirantes: Francia llevaría a cabo “operaciones agresivas” para desestabilizar su país. Luego atacan a uno de nuestros más grandes escritores, Boualem Sansal, encarcelado desde hace dos meses sin ningún motivo. Por si fuera poco, Argel sigue sacudiendo su viejo récord rayado de “alquiler conmemorativo”, un estribillo que se ha utilizado para presionar a París desde los acuerdos de Evian.
Pero el colmo de la provocación es este episodio surrealista con la influencer “Doualemn”. Este hombre, detenido en Francia por incitación a la violencia, fue deportado a Argelia, su país de origen. Y luego, sorpresa: Argel decide enviarlo de regreso… a Francia. Un verdadero brazo diplomático de honor, un desprecio total de las reglas elementales de las relaciones internacionales. Esto no es sólo una bofetada, es una prueba de nuestra soberanía. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguimos poniendo la otra mejilla o finalmente damos un puñetazo en la mesa? Ya es hora de que París deje de ceder y recuerde a Argel que la paciencia tiene límites.
Evidentemente, este comportamiento provocó fuertes reacciones, en particular por parte del Ministro del Interior. Bruno Retailleau, fiel a sí mismo, no se anda con rodeos. Para él, no es sólo una provocación, es un intento deliberado de humillar a Francia. Mientras tanto, el Ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, todavía vacilante el lunes al evocar sus “dudas” sobre las intenciones de Argelia, corrigió ayer la situación declarando que Francia no tendrá “otra posibilidad de tomar represalias” si Argel continúa esta escalada.
Muchas palancas
El ministro habla de palancas. Tomemos como ejemplo los visados: en 2023, Francia emitió generosamente 209.723 visados a ciudadanos argelinos. Y por otra parte, ¿cuántos pases consulares validados por Argel para permitir las expulsiones? 470. Es una pena.
Y eso no es todo. ¿Por qué no golpear donde más duele? Congelar los activos de las elites argelinas en Francia, bloquear sus cuentas bancarias y sus bienes inmuebles. Una medida de sentido común, apoyada por el 72% de los franceses. ¿Y qué pasa con la inmigración? El 66% de los franceses exige el fin inmediato de toda la inmigración argelina.
El resto después de este anuncio.
Y ya que estamos en eso, ¿por qué seguir pagando más de 100 millones de euros en ayuda al desarrollo cada año a un régimen que nos insulta constantemente? ¿Por qué no revisar los derechos de aduana? En cuanto a los pasaportes diplomáticos vitalicios distribuidos a los jerarcas argelinos, es hora de poner fin a esta aberración. En resumen, es hora de invertir los roles.
Denunciar los acuerdos de 1968
Francia podría incluso ir más lejos, denunciando el acuerdo franco-argelino de 1968, como sugiere Gabriel Attal. Llevamos años esperando esto. Los especialistas lo exigen desde hace años, la RN denuncia este acuerdo, Bruno Retailleau lo critica. Es una pena que Gabriel Attal haya esperado a salir de Matignon para hablar de ello, porque este acuerdo franco-argelino, vestigio de otra época, debe ser abolido. Concede privilegios exorbitantes a los nacionales argelinos: un estatus casi real para entrar, circular y establecerse en Francia. Injustificable. Pero Bruno Retailleau lo dijo, y tiene razón: no puede depender sólo de él. Corresponde al gobierno y al Presidente de la República asumir toda la responsabilidad por este enfrentamiento. Cuestionar estos acuerdos no es un pequeño ajuste técnico, es un acto político fuerte, un acto de firmeza.
Francia debe recordarle a Argel una cosa sencilla: su paciencia es limitada y ese límite ya lo ha alcanzado. Entonces, basta de medias tintas. Ha llegado el momento de no postergar más las cosas, sino de enviar una señal clara y firme: los intereses franceses ya no son negociables. Esta firmeza es una necesidad. Sólo así se puede esperar, algún día, redefinir las bases de una relación sana, equilibrada y duradera con Argelia. Mientras tanto, golpeemos la mesa con los puños y afirmemos una verdad incontestable: una ruptura costaría a Argelia y a sus ciudadanos mucho más que a Francia y a los franceses.
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