A A fuerza de ser caricaturizado y puesto en todas las salsas, el calificativo “poscolonial” terminó sirviendo como contraste mientras que, manejado con matices, expresa realidades difíciles de negar. No, los inmigrantes establecidos en Francia no están “colonizados”, pero el hecho de que algunos de ellos procedan de antiguas posesiones tiene múltiples consecuencias políticas, diplomáticas y conmemorativas. Sí, esta familiaridad histórica, sellada para bien o para mal, es a la vez fuente de proximidad y prejuicio. Sí, más de sesenta años después de 1960, la gran cosecha de independencia en el África subsahariana, el movimiento de emancipación de los antiguos protectorados y colonias franceses todavía está en marcha.
Al anunciar, durante décadas, el fin de la “Françafrique” –en otras palabras, la renuncia de París a tener las riendas de sus antiguas posesiones– los sucesivos ejecutivos franceses no han hecho más que admitir lo contrario: la descolonización es un proceso inacabado.
Por no haber entendido que las sucesivas rupturas (Malí en 2020, Burkina Faso en 2022, Níger en 2023) formaban parte, mucho más allá de la voracidad de Moscú, de una nueva fase de la historia de la independencia, y por tanto por no haber aprendido las lecciones. , el ejecutivo francés no ha hecho más que precipitar una espiral de graves consecuencias.
El último desaire infligido al antiguo colonizador, la decisión de Senegal y Chad, el 28 de noviembre, de exigir el cierre de las bases militares que estos países habían querido mantener desde su independencia marca una nueva etapa en la cronología poscolonial. La decisión concomitante de estos dos países, uno democrático y el otro autoritario, pero ambos pilares de la presencia francesa –desde el siglo XVII–mi siglo en Dakar, desde 1900 en Chad, primer territorio unido a la Francia libre en 1940–, es sin duda un hito.
Ola de neosoberanía
Ciertamente, la retórica antifrancesa sirve de salida fácil a los líderes africanos que carecen de respuestas a los inmensos problemas de sus países: pobreza, corrupción, falta de perspectivas para los jóvenes, condenados a la emigración. Pero la ola de neosoberanía que está sumergiendo al África francófona, esta “Un movimiento egocéntrico sin precedentes y peligroso que muchos luchan por captar”según expresión del historiador Achille Mbembe, no puede reducirse a este oportunismo.
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