De Estrasburgo a Metz, Nancy o Montbéliard, los mercados navideños son una parada imprescindible, un hito de las celebraciones de fin de año. El mortal atropello ocurrido el viernes en Alemania, en el mercado navideño de Magdeburgo, tiene una resonancia particular en las regiones orientales y trae de vuelta los fantasmas del pasado. Nadie ha olvidado el atentado que devastó la capital alsaciana hace seis años y dejó cinco muertos y once heridos. Desde entonces, la seguridad en el evento se ha reforzado significativamente. Mil personas están movilizadas este mes de diciembre para supervisarlo. Sin embargo, no todos los mercados navideños son ni pueden ser controlados hasta este punto. El riesgo cero nunca existirá y la tragedia de Magdeburgo nos recuerda que nadie está a salvo. Unas horas antes del atentado perpetrado por un médico saudí cuyos motivos aún no están claros, la Fiscalía Nacional Antiterrorista francesa había advertido también de que la amenaza terrorista sigue siendo “muy elevada” en Francia, alimentada en particular por los conflictos en Oriente Medio. El ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023 y sus repercusiones “excitaron tremendamente a los islamistas y a la yihadósfera”, subrayó un magistrado antiterrorista. Diez años después de los ataques de enero de 2015 en Francia, el Estado Islámico, incluso debilitado, sigue inspirando planes de acción violenta en Francia. La Fiscalía señala también que el perfil de los yihadistas franceses se ha rejuvenecido considerablemente. Dieciocho menores fueron acusados de terrorismo en Francia en 2024, mientras que hace apenas unos años se podían contar “con los dedos de una mano”. La mejor manera de permanecer vigilantes y alertas, sin caer en la psicosis ni renunciar a nuestras libertades, empezando por la de asistir a los mercadillos navideños, es ser conscientes de que la amenaza continúa.
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