El pasado mes de octubre se celebró una reunión en la que participaron funcionarios electos, servicios estatales y partes interesadas regionales. Un mes y medio después, ¿qué parece emerger?
Ya no estamos en una lógica donde la naturaleza recupera sus derechos, sino en una donde la naturaleza se apropia de nuevos derechos, con una climatología cambiante y episodios de lluvias violentas y sin precedentes. Debemos ser reactivos, creativos y proactivos. Las normas administrativas no están en consonancia con estas nociones. Ya no podemos tener presiones normativas. Los servicios estatales deben estar a nuestro lado para apoyarnos.
¿Cómo están gestionando los impactos de las recientes lluvias sobre el terreno?
Tenemos que lidiar con cantidades importantes de agua. A partir de ahora, un viento del sureste levantará dunas en las rías, transformando nuestros humedales en supertanques de expansión. Es decir, el agua sube en las casas, hacia prados y establos. Lo que nos obliga a compensarlo interviniendo las dos rías, algo que no está codificado ni previsto en las autorizaciones actuales. El riesgo, si no actuamos, es el de un estado de anarquía en la gestión costera. Sopeso mis palabras.
En Prunelli di Fium’Orbu, un encuentro a favor de los humedales
¿Qué acciones deberían tomarse como prioridad?
Aguas arriba, la gestión de las masas de agua. La cantidad de agua es la misma que antes, pero en tres veces menos episodios. El deterioro en las estribaciones, la desaparición de las terrazas y las diferencias entre los estanques y las terrazas producen un lavado del suelo así como una llegada violenta de la lámina de agua. Debemos conseguir frenar y limitar el descenso de sus aguas mediante estructuras que permitan la recarga hidráulica.
Aguas abajo, es fundamental permitir la apertura rápida y reactiva de los estuarios para no tener zonas inundadas excesivamente grandes. Además, el establecimiento de un sistema de alerta del nivel del agua permitirá prevenir más que gestionar. No se trata de apropiarse del entorno natural, sino de acompañarlo.
En cuanto al turismo, ¿cómo podemos garantizar un equilibrio entre preservación y desarrollo turístico?
El objetivo es no tener turistas estacionados con dificultad para acceder a los sitios protegidos. La población indígena debe estar en estos ambientes para mantenerlos, informar e incluso, tal vez, vivir en armonía con el ecosistema. Debemos volver a poner a los humanos en el centro de la vida. Por tanto, encontraremos intercambios entre el entorno turístico y el entorno controlado, vigilado y apoyado. Existe una relación íntima que hay que reconstruir con los humedales.
La falta de agua preocupa a las autoridades públicas de Alta Córcega
¿Está prevista una puesta en común de esfuerzos entre municipios?
Cuando trabajemos juntos en torno a un “parlamento territorial del agua”, abordaremos tanto la gestión de las áreas protegidas como la cuestión de los recursos hídricos. Así, una respuesta colectiva y permanente permitirá una adaptación más reactiva al calentamiento global.