Proclamado por las Naciones Unidas el 4 de diciembre de 2000, Día Internacional del Migrante, celebrado cada 18 de diciembre en todos los países miembros de la ONU, nos invita a reflexionar sobre los desafíos de la migración global. En esta ocasión, la atención se centra especialmente en los senegaleses de la diáspora, verdaderos artífices del desarrollo, tanto en sus países de acogida como en su tierra natal. Cada año, miles de compatriotas cruzan fronteras, impulsados por la esperanza de un futuro mejor y el deseo de mantener a sus familias en casa. Distribuidos por los cuatro rincones del mundo, estos migrantes desempeñan un papel determinante en la dinámica económica y social de las sociedades a las que se unen.
Las cifras ilustran la considerable contribución de esta comunidad. En 2023, las remesas de la diáspora senegalesa superarán los dos mil millones de dólares, una suma vital para muchas familias y una palanca económica estratégica para Senegal. Estos recursos no se limitan a satisfacer las necesidades diarias; también impulsan proyectos comunitarios, apoyan la educación y promueven el espíritu empresarial, ayudando así a fortalecer el tejido socioeconómico del país. Más allá de su simple función económica, estos migrantes demuestran una verdadera solidaridad intergeneracional e internacional.
Sin embargo, detrás de esta contribución excepcional se esconden realidades mucho más oscuras. En España, muchos senegaleses se enfrentan a importantes obstáculos administrativos a la hora de completar los procedimientos de reagrupación familiar.
La obtención de visados para sus seres queridos es una auténtica carrera de obstáculos, marcada por interminables retrasos, complejidad burocrática y elevadas tasas, especialmente en la Embajada de España en Senegal. Esta situación contribuye a agravar la precariedad de los inmigrantes, ya debilitados por su estatus y sus condiciones de vida, y les impone dificultades adicionales en su búsqueda de una vida mejor.
Además, las dificultades administrativas relacionadas con la obtención de visados constituyen una de las principales causas de la inmigración irregular, a menudo sinónimo de tragedias humanas. Debido a interminables demoras, altos costos y obstáculos burocráticos, algunos migrantes se ven obligados a recurrir a soluciones ilegales, poniendo así en riesgo sus vidas y las de sus seres queridos en condiciones dramáticas.
Esta realidad contrasta profundamente con el papel fundamental que estos migrantes desempeñan en las economías locales y en las sociedades que integran. La migración no debe verse como un simple movimiento de poblaciones, sino como un acto de dignidad y solidaridad. Por eso es urgente repensar las políticas migratorias para facilitar el acceso a visas y simplificar los trámites administrativos. Al establecer marcos legislativos más inclusivos y acuerdos bilaterales eficaces, los Estados pueden reducir la inmigración irregular y sus dramáticas consecuencias, al tiempo que permiten a los migrantes alcanzar su máximo potencial y contribuir más a la sociedad.
Los senegaleses en la diáspora no son simplemente trabajadores en el extranjero, sino embajadores informales, vectores de desarrollo armonioso entre sus dos mundos. Reconocer su contribución, apoyar sus iniciativas y defender sus derechos son imperativos categóricos para las sociedades a las que sirven. Al facilitar sus esfuerzos, al promover políticas migratorias humanas y justas, promovemos su integración y su éxito, y por extensión, el de la nación senegalesa, que llevan con orgullo en su corazón.
MOMAR DIENG DIOP/ ESPAÑA