Símbolo nacional austriaco, la Staatsoper (Ópera Estatal de Viena) es una institución legendaria y prestigiosa cuyo director, se dice, ¡más importante que el Ministro de Cultura! La Ópera de Viena ocupa un lugar central en la vida cultural del país y los austriacos acuden masivamente a ella, sobre todo gracias a sus precios, que permiten acoger a un público muy diverso.
La Filarmónica de Viena actúa como orquesta de ópera. La banda hace malabarismos con un gran repertorio que los músicos deben conocer a la perfección, porque casi todas las noches interpretan una ópera diferente. Un sistema que no comparten la mayoría de los otros teatros de ópera en los que actuamos en producciones. Otra particularidad de la orquesta es que no cuenta con director musical desde 1927. “Teorizaron esta decisión de no tener director musical. […] La orquesta tiene su propia forma de tocar. Muy a menudo hay un poquito de rubato, nunca excesivo. Pero no es un músico quien decide hacerlo, es toda la orquesta junta”.
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“La Ópera de Viena es como la Fórmula 1: está muy bien organizada”. De hecho, para honrar el impresionante número de representaciones y organizar lo mejor posible los ensayos, el director trabaja en estrecha colaboración con el director técnico, cuyo papel es crucial. Durante su mandato, Dominique Meyer impuso algunos cambios en la venerable institución: aumentó el número de ensayos, introdujo la música barroca y trajo conjuntos especializados, exploró repertorios menos practicados e interpretó óperas contemporáneas, a pesar de la dificultad que representaba este tipo de apuesta.
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