“Los franceses no aspiran a estar unidos sino correctamente divididos”

“Los franceses no aspiran a estar unidos sino correctamente divididos”
“Los franceses no aspiran a estar unidos sino correctamente divididos”
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“La fiebre se ha apoderado del debate público” ; los extremos conducen a ” Guerra civil “. Sin duda: Emmanuel Macron observó La fiebrela última serie de Éric Benzekri, el director de Barón Negro. La sinopsis de esta ficción es sencilla: un futbolista (negro) le da un cabezazo e insulta a su entrenador (blanco). Dos lecturas del acontecimiento se confrontan a través de influencers. Un monólogo de extrema derecha muy seguido en las redes ve esto como un claro caso de racismo antiblanco. Un activista indígena particularmente vocal reconoce otro escenario colonial.

Al imponer su propia narrativa, estas dos figuras prácticamente enfrentan a las comunidades entre sí y ordenan a todos elegir un bando. Francia, dividida en dos, se encontró al borde de la guerra civil. Este guión (ciertamente excesivo) no nos es del todo ajeno. Muerte de la joven Nahel, drama de Crépol, polémica sobre la cantante Aya Nakamura, bandera palestina en el hemiciclo: nada escapa a la fiebre de polarización.

“Estados Unidos contra ellos”

La polarización política, como su equivalente electromagnético, reorganiza el cuerpo social de manera simplificada en torno a visiones del mundo partidistas e impermeables. Traza crudas líneas divisorias entre un “nosotros” familiar y un “ellos” amenazante. Si esta división en polos es irrefutable es porque no se basa principalmente en desigualdad pero en identidades. Las desigualdades sociales se negocian, las identidades chocan y se dañan mutuamente, según el sociólogo François Dubet.

Puedes estar “más o menos” bien pagado, pero no puedes ser “más o menos” musulmana, cristiana, judía, atea, homosexual o mujer. La inflación de las controversias sociales, a veces en detrimento de los problemas sociales, tiende mecánicamente a alimentar monólogos cerrados donde se yuxtaponen experiencias y valores. Como estos antagonismos son fáciles de detectar, los algoritmos de los medios tradicionales y las redes sociales refuerzan su nivel de visibilidad.

¿Cómo despolarizar?

¿Cómo bajar la temperatura? ¿Cómo “despolarizar”? ¿Deberíamos apelar a la moderación, al diálogo o a la magia del “pensamiento complejo”? Si hemos de creer al inventor del concepto de polarización, el filósofo holandés Bart Brandsma (Polarización. Comprender la dinámica de “nosotros contra ellos” 2017), quien se posiciona en el centro no está en la mejor posición para bajar la fiebre. Ya sea que quiera “bloquear los extremos” o “construir puentes”, su posición intermedia redobla la polarización porque confirma la existencia del antagonismo que combate. Y sobre todo, al situarse por encima de la contienda, como árbitro, descalifica todas las demás palabras y confisca el punto de vista de la verdad y, por tanto, del diálogo.

Para despolarizar, no debemos luchar contra los polos sino reemplazar las divisiones simplificadoras y tóxicas por otras divisiones más funcionales. Dentro La fiebre, Uno de los comunicadores responsables de la crisis sugiere sacar el problema del cerrado espacio emocional de la identidad y devolverlo al ámbito deportivo. Consigue poner de relieve el desacuerdo futbolístico y estratégico que enfrenta al jugador con su entrenador. Lo mismo ocurre con la política, que es el arte de organizar inteligentemente el desacuerdo. Al contrario de lo que se suele decir, los franceses no aspiran a estar unidos sino correctamente divididos. Sin embargo, la polarización, los agregados de demandas contradictorias o las alianzas antinaturales no trazan líneas divisorias claras.

Desde hace tres semanas, las partículas de la vida política se arremolinan en el tubo de ensayo de los medios de comunicación, buscando divisiones relevantes. ¿Conseguirán presentar una oferta que no sea la opción predeterminada para el votante?

Encuentre, tan pronto como se publiquen oficialmente, los resultados de la 1ª vuelta de las elecciones legislativas de 2024, municipio por municipio.

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