El arcipreste de la catedral cree que el lugar ofrece tanto a fieles como a visitantes un “momento de paz” al que es inconcebible poner precio.
En menos de una semana, fieles y visitantes podrán volver a traspasar las puertas de Notre-Dame de París. Durante la reconstrucción del monumento se planteó en particular la cuestión del precio de la entrada a la catedral: la Ministra de Cultura, Rachida Dati, había propuesto en octubre pasado cobrar a los visitantes la entrada; los ingresos podrían permitir el mantenimiento del monumento.
A pocos días de la reapertura prevista a bombo y platillo para este sábado 7 de diciembre, el rector-sacerdote de la catedral, monseñor Olivier Ribadeau-Dumas, explicó en France Inter por qué se oponía a esta idea.
“Existe una ley de separación de la Iglesia y el Estado, porque las iglesias fueron confiscadas a la Iglesia, y los municipios y el Estado se comprometieron a mantenerlas. Es sorprendente cobrar por la entrada a la catedral”, afirmó.
Una necesidad de paz que “no se puede comprar”
En su propuesta, la Ministra de Cultura dejó claro que la entrada pagada sólo beneficiaría a los visitantes, mientras que los fieles podrían seguir entrando libremente. Una distinción que no es tan sencilla de hacer según monseñor Ribadeau-Dumas.
“No sé la diferencia entre un visitante y un fiel. No sé, quien entra a la catedral, se detendrá a rezar, o no. Y si entramos como visitante, y salimos como fieles, ¿Qué hace? Lo segundo es que creo que en nuestra sociedad necesitamos lugares en los que podamos vivir un momento de paz, un momento de interioridad, y todo eso, ¿no se puede comprar? no.”
Recuerda también que la reconstrucción de la catedral fue posible gracias a la movilización general. “Esta catedral fue reconstruida gracias a la generosidad de todos, la generosidad de 339.000 personas, y ¿cómo podríamos hacer pagar a quienes contribuyeron a renovar esta catedral? Entonces debemos encontrar otros medios”, concluye.
La propia diócesis de París recordó a finales de octubre el principio de “libre entrada a las iglesias”, subrayando que la identidad misma de los edificios religiosos se basa en el hecho de acoger “incondicionalmente y, por tanto, necesariamente libre, a cada hombre y mujer, independientemente de su religión o creencias, sus opiniones y sus medios económicos.”
Ante las reacciones generadas por su sugerencia, Rachida Dati se defendió durante los Estados Generales del Patrimonio Religioso. “No tuve la impresión de mercantilizar el patrimonio religioso, lejos de esta idea, ya no estoy mercantilizando este lugar, en el que tantos franceses necesitan reflexionar, encontrar un poco de tranquilidad y serenidad”, afirmó.