Jardín de invierno del Elíseo. Emmanuel Macron llega con poco menos de treinta minutos de retraso, este 25 de noviembre. “Para él ya no está nada mal”, bromea un participante acostumbrado a los plazos presidenciales. Con chaqueta gris y jersey de cuello alto, el Jefe de Estado se muestra relajado ante una veintena de invitados cuidadosamente seleccionados.
Como era de esperar, el ala izquierda de la macronie es (por una vez) mayoritaria para asistir a la ceremonia de condecoración de Élisabeth Borne: los ex ministros Jean-Yves Le Drian, Clément Beaune, Olivier Dussopt, Julien Denormandie… Pero también Aurore Bergé, una de los únicos representantes de la derecha. También entre los invitados: el secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, su compañero e hijo Borne, pero también, más sorprendentemente, su antiguo jefe de gabinete, Aurélien Rousseau, ahora diputado… del Nuevo Frente Popular.
En un discurso “muy, muy elogioso”, según un participante, pero bastante breve (diez minutos), Emmanuel Macron saluda el recorrido personal y profesional de su ex primer ministro. Ella, tutela de la nación, se convierte en jefa de gobierno, apegada “a la vida de los franceses, que para usted no es una condecoración”. Frente a él, Élisabeth Borne no oculta su emoción. Entonces la afirmación se vuelve más política: “Habéis elegido la unidad frente a la tentación del individualismo y de actuar solos. »
Ella sonríe y sabe muy bien a qué se refiere su exjefe. El presidente valoró mucho su retirada de la carrera por la presidencia del Renacimiento en favor de Gabriel Attal… De paso, envía un mensaje a los posibles candidatos a su sucesión. “El escenario más probable para 2027 es tener varias postulaciones del bloque central. Y el presidente hará todo lo posible para evitarlo”, confían quienes lo rodean.
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Por el contrario, al renunciar a las elecciones internas, Élisabeth Borne parece haber ganado puntos. “Es cierto que Macron lo integra mucho más en las discusiones políticas del momento”, observa una persona cercana al jefe de Estado, aunque los veinte meses en Matignon estuvieron marcados por profundos desacuerdos y tensiones entre los dos jefes del ejecutivo ( pensiones, inmigración, etc.).
Sin olvidar el pasado, las dos figuras políticas ven el beneficio de arreglar las cosas. Para él, el deseo de unir a su familia política. Para ella, su reintegración a la galaxia macronista. Después del discurso, Emmanuel Macron y Élisabeth Borne almorzaron a solas. Una reunión ciertamente mucho más relajada que hace dos años.