Es un espectáculo de alto nivel el que nos ofrece Léo Brière. Mejor construida y más compuesta que su anterior, “La Experiencia Prohibida”. En el Théâtre du Gymnase, en París (10), el mentalista nos lleva en el tren de nuestras vidas. Ambiente de estación y maletas en la inauguración. A lo largo de la velada interpreta una antología de números, en una atmósfera suave, casi introspectiva. Nos cuenta sobre su padre que se fue demasiado pronto, invita a un espectador a escribir una carta en el escenario a alguien a quien no ve desde hace mucho tiempo, y aprovecha, tal vez, para reconciliarse con “Nadine, tu madre”, adivina Léo. Brière, entregándole un sello, para pegar o no en el sobre del indulto. El espectador, conmovido, no piensa mucho.
La escena se transforma en un gabinete de curiosidades, estantes decorados con mariposas, esqueletos, un gnomo de jardín y reliquias. El mentalista trae a su lado a una mujer y a un hombre. Piensan en un ser querido, en un personaje famoso. Léo Brière los adivina. Navega sobre los arrepentimientos, nos invita a reflexionar sobre las palabras desafortunadas que nos alejan de los seres queridos.
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