Anteriormente escribí sobre el proyecto de ley C-63 sobre “daños en línea”, presentado por los liberales de Trudeau. Esta ley se encuentra actualmente en segunda lectura y nada parece frenar su inevitable avance hacia su adopción.
Sin embargo, con el pretexto de querer proteger a los niños, esta ley no es más que un burdo señuelo, una verdadera trampa idiota para hacernos aceptar una ley que asesina la libertad de expresión y la democracia, y que creará un clima social nocivo.
Infierno
Por un lado, la mayor parte de la ley no se dirige a los niños, sino más bien a la “propaganda de odio” y a acciones “motivadas por el odio”. Sin embargo, el vago esquema de esta definición invita a lecturas subjetivas y, por tanto, a la instrumentalización de la ley con fines ideológicos o políticos.
Por otra parte, la ley es retroactiva y sin límite de tiempo. Por lo tanto, cualquier contenido producido antes de la ley y aún disponible en línea podría estar sujeto a procesamiento por “propaganda de odio”.
Por último, la ley prevé la criminalización de las palabras incluso antes de ser pronunciadas. ¡Nada menos! En el infierno que nos están preparando, bastará con que cualquiera denuncie a una persona con el pretexto de que podría hacer comentarios potencialmente odiosos para que esa persona sea llevada ante la justicia.
Para empeorar las cosas, si se aprueba la ley, se aplicará incluso antes de que se nombre un defensor del pueblo, lo que haría prácticamente imposible cualquier recurso en caso de litigio o abuso.
Terror
Trudeau está preparando el establecimiento de un clima de terror permanente que obligará a la autocensura. Porque esta ley no es sólo cancelar la cultura en su apogeo, es la criminalización del pensamiento.
Esto significa la muerte de la democracia y el establecimiento de una arbitrariedad que hará a todos los canadienses altamente vulnerables.
Esta es la Inquisición, versión 2.0.
Y no hay necesidad de argumentar que esta ley redunda en beneficio de la población. ¡La censura sólo beneficia a quien la establece!
