En el centro del tumulto de las relaciones internacionales, Marruecos se enfrenta una vez más a una coalición de hostilidades encarnada por Argelia, el Polisario e Irán. Entre acusaciones de apoyo militar, injerencias geopolíticas e iniciativas de diálogo abortadas, Rabat mantiene una postura decididamente inquebrantable, haciendo de la defensa de su soberanía y la preservación de la estabilidad regional prioridades absolutas.
Las últimas revelaciones sobre la posesión por parte del Polisario de misiles iraníes Arash Standard, con un alcance de hasta 250 kilómetros, recuerdan una peligrosa escalada en el armamento del movimiento separatista. Estas armas, introducidas en la región a través de canales sospechosos que involucran a Hezbollah y Argelia, constituyen una prueba tangible del apoyo militar de Irán al Polisario.
Marruecos, que ya había roto relaciones diplomáticas con Teherán en 2018 por acusaciones similares, ve confirmadas sus preocupaciones. En su momento, Nasser Bourita, Ministro de Asuntos Exteriores, presentó pruebas sólidas que demostraban el transporte de armas facilitado por Argel. Hoy, estos nuevos descubrimientos fortalecen el argumento marroquí, colocando una vez más a Irán y sus aliados regionales en una posición de evidente complicidad.
Argelia, actor clave en esta crisis, está acusada de desempeñar un papel central en el tránsito de armas iraníes hacia los campamentos del Polisario en Tinduf. Rabat denuncia una política de abierta hostilidad, en la que Argel actúa como catalizador de la inestabilidad regional, alimentando el conflicto en torno al Sáhara marroquí.
Mientras Marruecos aboga por una solución política bajo los auspicios de las Naciones Unidas, Argelia persiste en su apoyo al Polisario, negándose a participar directamente en las negociaciones. Esta postura, combinada con su alineación con potencias como Irán, acentúa su aislamiento diplomático y su papel como desestabilizador regional.
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Irán: entre propuestas diplomáticas y ambigüedades estratégicas
A pesar de estas tensiones, están surgiendo señales ambiguas del lado iraní. En junio de 2023, el ministro iraní de Asuntos Exteriores habló públicamente de una posible reconciliación con Rabat. Estas declaraciones, seguidas de intercambios informales, sugieren el deseo de Teherán de redefinir su política en el Norte de África, en un contexto de presión internacional.
Sin embargo, esta apertura sigue estando condicionada a una profunda revisión de la posición iraní sobre la cuestión del Sáhara marroquí. Para Rabat, el reconocimiento explícito de la soberanía marroquí sobre este territorio es una línea roja infranqueable. Sin esta concesión, cualquier intento de diálogo será en vano, sobre todo porque la evidencia del apoyo continuo al Polisario alimenta una desconfianza justificada.
Frente a esta alianza tripartita Irán-Argelia-Polisario, Marruecos se posiciona como un pilar de la estabilidad regional. Su constante incidencia ante la comunidad internacional tiene como objetivo denunciar el apoyo militar al Polisario, que no sólo amenaza los esfuerzos de paz en la región.
El reino sigue fiel a su estrategia: defender firmemente sus intereses y al mismo tiempo aplicar una diplomacia proactiva. Al insistir en el reconocimiento internacional de su soberanía sobre el Sahara, se ha consolidado como un actor clave en los equilibrios geopolíticos, apoyado por sus socios occidentales y árabes.
En este tenso contexto, Marruecos pide una movilización internacional contra la proliferación de armas y el apoyo a los grupos separatistas, poniendo de relieve los riesgos de una conflagración regional. Al mismo tiempo, Rabat sigue reforzando su posición en la escena internacional, multiplicando alianzas estratégicas para aislar aún más a sus adversarios. El reino se presenta como un ejemplo de resiliencia frente a las injerencias externas, con la determinación de garantizar que prevalezcan la legalidad internacional y su soberanía indiscutible.
