La coordinación rural de las Ardenas quiere dar un duro golpe. Este martes 19 de noviembre, una treintena de tractores se instalaron frente a la prefectura de Charleville-Mézières y bloquearon el acceso de los peatones al edificio. Un campamento está preparado para durar.
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Este martes 19 de noviembre, a primera hora de la mañana, desafiando el frío, el viento y la lluvia, los agricultores de la Coordinación Rural de las Ardenas llegaron ante la prefectura de Charleville-Mézières. Arrojaron toneladas de paja, neumáticos agrícolas y estiércol delante de las puertas. Luego, instalaron tiendas de campaña frente a la plaza. Su ira es fría, tenaz, viene de muy lejos.
Agricultores desde hace menos de diez años, en 2017, el ex director de una empresa constructora, Jean-Baptiste Bourin, presidente de la Coordinación Rural 08, resume esta acción entre dos tazas de café. “Montamos carpas, porque pensamos quedarnos aquí tres o cuatro días, a lo mejor nos vamos a otro lado, porque empujar dos horas no sirve, ahí vamos a bloquear la entrada peatonal, estamos bloqueando todo. Somos unos 30 tractores y 50 personas, todos estamos movilizados, estamos aquí para llegar hasta el final”.
La prefectura, por el símbolo, siempre. También es aquí donde los criadores depositaron animales muertos tras la epidemia de lengua azul. Los rostros cerrados y serios ya anunciaban un malestar creciente entre los profesionales del suelo.
Según él, la situación es grave para el mundo agrícola que representa. “Estamos al final de una cadena, al final de un sistema, tenemos que pensar en hacer las cosas de otra manera. Por supuesto, está el Mercosur, pero los agricultores también tienen que recomponer su flujo de caja, no podemos pagar las anualidades de diciembre. Teníamos promesas, préstamos, pero ninguna solución. ¡El Estado nos ofrece préstamos para pagar un préstamo! Está claro que no pediremos un préstamo para reconstruir nuestro flujo de caja. En este caso, sería volver a poner un pie en la tumba”.
Agricultores durante menos tiempo que algunos colegas, Jean-Baptiste Bourin compara las dos experiencias profesionales. “Yo era electricista, tenía un costo de materiales y de mano de obra, y tenía un precio de venta. Cuando sembramos, no sabemos a cuánto vamos a vender nuestra cosecha, nunca lo sabemos, a veces vendemos demasiado. Al principio, el mercado es global, es complicado”.
Así que, junto con sus compañeros, dejó todo en la granja. “Si no hacemos nada, nadie lo dirá, los agricultores se quedarán en casa, indigentes, y además hay una alta tasa de suicidio en este mundo agrícola. Sólo pedimos buena ciudadanía, no esperamos más, pero presionamos al Estado para que consiga algo concreto”..
El sindicalista agrícola reconoce que no está en la misma onda que la FDSEA, el sindicato mayoritario del sector. Están de acuerdo en ciertos temas. “Pero queremos precios, no bonificaciones, abogan por la diversificación. Para mí es una tontería, firmamos para alimentar a la gente, no para producir energía. Nos adaptamos. Y hoy nos sentimos como si nos escupieran en la cara”. -suspira Jean-Baptiste.