Patrick Poumirau, escritor franco-marroquí, es un personaje extraordinario, es un constructor, un amante de la naturaleza, de la poesía, de las piedras, de los demás. Lo que guía su vida: escribir, construir, dejar huella, encontrarse con sus semejantes. Ha escrito seis obras, fue seleccionado para el Goncourt por su primera novela en 2000. Presentará su última novela en la fiesta del libro de Vignon-en-Quercy, el 24 de noviembre. “Les kakis du Mou-k’i”, aventura con giros y vueltas de un hombre que viaja por Europa para encontrar a su hija a la que realmente no supo amar, o quizás no supo decírselo.
Patrick Poumirau, usted fue profesor de filosofía, ¿pero no sólo eso?
Fui docente durante treinta años, también viajé por todo el mundo, trabajé en una fábrica en España, muy joven aprendí el oficio de albañil que casi se convierte en mi profesión. Retomé mis estudios hasta la agregación de filosofía pero no hice el examen oral.
Parece que en tu camino construir, construir es fundamental.
Para pagar mis estudios trabajé en la construcción, realmente aprendí el oficio de albañil, sigo apegado a este contacto con los materiales. El concepto de hogar para mí es muy importante. Lo vemos claro en este momento con las guerras, toda esta gente que ya no tiene casa, ya no tiene nada. Durante treinta años restauré una aldea de cuatro casas en ruinas en el Gers. Es como un libro con años de trabajo, no sabes cómo va a quedar y luego va tomando forma con un principio y un final.
Continúas escribiendo y construyendo, pero esta vez en Corrèze.
Practico la pesca con mosca, lo que me llevó al río Dordoña, que conocía un poco. Encontré una ruina para restaurar cerca de Argentat. Planeo establecerme allí. Mi preocupación hoy, residente cerca del río, es el vivir, su degradación y su transformación. Voy a dedicarle parte de mis escritos y de mis acciones.
¿Escribir sigue siendo tu principal actividad?
Escribo desde los 14 años, escribí poesía para niñas, inventé cuentos. Escribir, para mí, se trata de crear personajes y una historia. Es la vida que me hubiera gustado vivir y también es la vida que viví, es una mezcla de las dos. Cuando escribimos debemos olvidarnos de nosotros mismos para regalar a los demás un universo del que estamos ausentes, aunque estemos debajo de las líneas no debemos estar en el centro. Gracias al texto, el lector redescubre sus pasiones, lo que ha vivido, sentido, todo lo que no ha podido expresar. El escritor es, por tanto, quien da voz a quienes no la tienen.
Cuéntanos sobre tu nuevo libro en progreso.
Estoy escribiendo una obra sobre las relaciones humanas, las almas complejas, las relaciones familiares, la pasión, la vida, la muerte. Quizás de nuevo sobre las difíciles relaciones entre un padre y su hija.