Un océano congelado en una vitrina… No hay necesidad de buscar más: ninguna trampa de cristal iguala en belleza a la colocada por Marco Mencacci. Año tras año, el artista italiano, celebrado por las casas de lujo más prestigiosas –de Cartier a Hermès pasando por Bernardaud– se afirma como el digno heredero de los grandes maestros del vidrio de Murano. Ya aclamado por su sentido de la puesta en escena y sus extraordinarias pinturas durante la exposición Planète(s) Decouflé en el Centro Nacional del Traje, Marco Mencacci nos ofrece hoy esta creación de belleza diáfana.
Aquí, el diseñador captura un mar cristalino en un etéreo estallido de luz, como una lágrima pulsante atrapada en un corazón de vidrio delicadamente soplado. Como una gota de agua suspendida en el tiempo, una hoja de color esmeralda parece fluir silenciosamente, deslizándose a lo largo de la pared translúcida, pura y deslumbrante. Nacida del caos del magma fundido, esta pieza única juega con los efectos de la opacidad y la translucidez, revelando una paradoja luminosa: la implacable solidez del vidrio contrasta con la fluidez del color, traicionando este frágil momento en el que todo se vuelve posible.
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