Que no pude impulsar la semana pasada por culpa de Donald Trump.
Cientos de muertos en Valencia tras las dramáticas inundaciones que asolaron la ciudad. Escenas de desolación. Familias que lo han perdido todo. Miles de millones de euros en daños. Date cuenta. La región pide 31.400 millones de ayudas al gobierno español para reconstruir viviendas, recomprar vehículos, etc. 30 mil millones es más que el presupuesto anual de la región.
¿Cuántas muertes y desastres serán necesarias para que despertemos colectivamente? ¿Para que dejemos de aceptar lo inaceptable en una especie de letargo fláccido?
Porque la magnitud de estas inundaciones no surge de la nada. El vínculo está probado y establecido con el calentamiento global. Si pero ¿quién lo dijo? ¿Y sobre todo quién lo escuchó?
¿Te imaginas qué reacción habrían tenido los canales de noticias y los líderes políticos si un ataque terrorista hubiera dejado más de 220 muertos? Para que conste, la abyecta masacre del Bataclan dejó 130 víctimas. El de Charlie Hebdo, 12.
Sí, pero me dirás que no tuvo nada que ver. Fuimos atacados.
Ciertamente.
Y, en este caso concreto, fue fácil designar un enemigo, un atacante, para movilizar la emoción popular. Construir una historia trabajada cientos de veces en todos los medios, durante días y días. Nuestra libertad de expresión y nuestra forma de vida se vieron amenazadas por peligrosos radicales islamistas. Locos de Dios dispuestos a matar a sangre fría. Tuvimos que defendernos, unirnos detrás de nuestros representantes políticos. En todo el mundo, países han izado banderas francesas e iluminado sus edificios con nuestros colores. Así, 4 millones de personas salieron a las calles de Francia (incluyéndome a mí) para demostrar su ira, su solidaridad con las víctimas y sus seres queridos, su apego a una prensa libre, a los valores de la tolerancia y el laicismo.
¿Y para Valencia?
Para el Valencia nada, o casi.
Para qué ?
¿Merecen más consideración las muertes del Bataclan?
No.
Pero en este caso está en juego otra narrativa.
Es un desastre natural. Entonces. Natural. Es mala suerte.
Por supuesto, en Valencia crece la ira contra las autoridades que subestimaron la violencia del fenómeno. Que rechazaron la ayuda exterior (la de los bomberos franceses, por ejemplo). Que no estaban lo suficientemente preparados para soportar estas lluvias torrenciales. El rey recibió piedras durante su visita oficial. Por supuesto, miles de personas vinieron a ayudar a las víctimas armadas con escobas y botas de goma (y fue conmovedor). ¿Pero nos estamos movilizando colectivamente contra los responsables de esta situación? No. Porque en el relato que se da de los hechos no se señala ningún culpable.
Sin embargo, también en este caso podríamos considerar que estamos bajo ataque.
Por una pandilla organizada que está alterando el clima.
Lo que amenaza nuestras formas de vida.
Lo que nos sumerge en un futuro en el que estas trágicas inundaciones serán infinitamente más frecuentes y provocarán muertes. Como ya están provocando muertes hoy.
Donde las olas de calor causarán regularmente olas de calor extremas y potencialmente fatales. Como ya están causando víctimas hoy. (Para que conste, miles de personas han muerto en India, Pakistán, México y La Meca en los últimos meses como resultado del calentamiento global). Donde la gente morirá por falta de comida. Porque la alteración del clima perturbará nuestros sistemas agrícolas.
Y no temporalmente. Para siempre.
Pero todo eso ya lo sabes.
Entonces, ¿no es hora de que millones digan basta?
¿No es hora de movilizarnos para detener a estos criminales?
Empezando por nombrarlos: las multinacionales de los combustibles fósiles que han mentido durante años, falsificado estudios para sembrar dudas sobre la realidad del cambio climático y proteger sus intereses financieros, los grandes bancos que los financian, los gobiernos que siguen favoreciendo sus actividades letales, los gigantes de la petroquímica, los plásticos, la extracción, etc.
Sí, es hora.
Para dejar de votar por ellos.
Dejar de trabajar para ellos.
Para dejar de darles nuestro dinero.
Para desarmarlos.
Y para construir un mundo donde ya no los necesitemos.