Desde hace más de dos décadas, esta misa organizada por la ANAG es una cita ineludible para la diáspora francesa. Lo demuestra su popularidad, ya que más de 2.000 fieles asistieron este lunes a una ceremonia presidida por el arzobispo de Saint-Pierre y de Fort-de-France, David Macaire, junto a sus homólogos de Guadalupe y Guyana, Philippe Guiougou y Alain. Ransay.
En la magnífica iglesia de Saint-Sulpice, monseñor Macaire intentó llevar un poco de calidez del país a los expatriados antilloguyaneses.
He vivido aquí durante 25 años y nunca he estado más cerca del país que aquí. Sus corazones están vueltos hacia el país. Paradójicamente, aquí a veces guardamos mejor la tradición, nos dejamos engañar cuando estamos allí, mientras que aquí hay algo que permanece, de manera feroz. Conservamos todos estos valores recibidos de nuestros mayores, especialmente la fe.
Más allá de la atmósfera, también fueron los corazones los que se calentaron, como el de Marie Andrée.
Todos los antillanos… Martinica, Guyana, Reunión, Haití, Guadalupe, estamos felices de volver a encontrarnos el 11 de noviembre, nos da mucha fuerza y fuerza porque encontramos nuestra cultura, nuestra forma de celebrar.
Una dimensión cultural reivindicada por la Capellanía Nacional de las Antillas-Guyana que celebra este año su 80º aniversario con esta ambición que comparte Ludovic Celma, director musical de la ANAG.
Hay gente que viene a ver cómo rezan los antilloguyaneses, a tener estos ritmos, esta música, este contacto humano que encontramos en este tipo de celebración. Estamos orgullosos de esta dimensión cultural que intentamos resaltar cada vez más y tratamos de crecer en esta manifestación.
Como cada año, los antilloguyaneses hicieron su país en el corazón y al unísono en la iglesia de Saint-Sulpice el 11 de noviembre.