El uso por parte de los partidos políticos de datos personales de los ciudadanos, recopilados mediante métodos cada vez más sofisticados, plantea varias cuestiones democráticas. Pero su distribución en las oficinas electorales, como hizo el CAQ, es francamente escandalosa.
Con su software de puntuación electoral Coaliste, el CAQ cruza los datos de la lista electoral con los de los electores, recopilados en las redes sociales o incluso sobre el terreno.
El CAQ utilizó por primera vez esta “arma secreta”, como la llamó su presidente en 2017, durante las elecciones parciales que llevaron a la elección de Geneviève Guilbault.
Un arma que está lejos de ser un caso único, ya lo sabéis.
Obsesión por la medición
Acosados por una “obsesión por la medida más eficaz posible”, muchos partidos políticos recurren a métodos cada vez más sofisticados para dirigirse al electorado, explicó el profesor Thierry Giasson en un artículo publicado en 2017.
Ahora director e investigador principal del grupo de investigación en comunicación política de la Universidad Laval, explica muy bien los objetivos detrás de estas estrategias que plantean varias preguntas.
“El ciudadano”, escribe, “se encuentra así apoyado por la campaña diseñada por estrategas y desarrollada por algoritmos”.
Efectos devastadores
Pero con su Coaliste, que servía para registrar a los ciudadanos según sus lealtades políticas, el CAQ fue mucho más allá. Fue más allá de la campaña electoral y distribuyó estos datos a todas las oficinas de su circunscripción.
Sin embargo, los ciudadanos deberían poder beneficiarse de la asistencia de un diputado independientemente de sus opiniones políticas, afirmó la comisaria de Ética, Ariane Mignolet. Instó a los partidos políticos a cerrar el acceso a este tipo de plataforma en las oficinas electorales.
Ante semejante estratagema, los ciudadanos tienen todos los motivos para sospechar.