Hace ocho años, Éric Bellion emprendió su primera Vendée Globe. Hacia lo totalmente desconocido. Regresó después de 99 días 4h56’20” con un noveno puesto, pero juró que no volvería a estar allí. Sin embargo, el 10 de noviembre volverá a estar en la línea de salida de la vuelta al mundo en solitario… ¡en un nuevo barco con orzas rectas!
Aunque no le gusta que la gente llame así a su “Stand as One”, “para mí es un Imoca con láminas rectas”. Si sabe que los foilers marcarán la diferencia, explica la elección de este barco: “Para Jean (Le Cam) y para mí, es nuestra arma absoluta. Observamos los recursos que teníamos, el tiempo que teníamos, el equipo que teníamos y nos miramos a nosotros mismos antes de preguntarnos qué podíamos lograr en la medida de lo posible”. Y ese es este plan Razón.
“¿Por qué haces esto? »
Para su segundo bucle, ahora sabe lo que le espera: “Mi primer barco en 2016 ya tenía una historia en la Vendée Globe. Llegué y fue él quien me guió. Este es un barco nuevo. Soy yo quien conoce el camino, soy yo quien lo toma”.
También ha ganado confianza a lo largo de los años. En él. Sobre su barco: “Empecé a crear un vínculo con mi barco y para mí es fundamental. Estaba lleno de confianza en las diferentes tumbonas. Este barco es extraordinario para la Vendée Globe”.
Por fin tiene ganas de volver a dar la vuelta al mundo: “Son sentimientos que me catapultan un poco: tengo muchas ganas de ir allí. Sé que va a ser extraordinario pero también sé que cuando llegue el día de la partida me diré: “Por qué haces esto…”. Lo que más teme: dejar a su familia, a su mujer, a su hija: “Los primeros días van a ser súper duros. El 80% de las veces nos preguntamos qué estamos haciendo aquí. Tengo una novedad respecto a la primera: estoy casada, tengo una hija de dos años. Sólo de hablar de eso me conmueve (se me saltan las lágrimas)… Está mal”, desliza.
“Hoy sé dormir”
Sin embargo, es feliz en el mar: “Como es algo último, te lleva al límite, te invita a descubrir cosas que no sabes de ti mismo porque te da un miedo extremo”.
Ponerse en situaciones extremas: reparación, estrés, cansancio, distanciamiento, alejamiento de su vida. “En 2016 vislumbré una extraordinaria armonía con el mar y con mi barco y me gustaría volver a encontrarla”.
Sin embargo, admite que no sabía navegar un barco durante su primera Vendée Globe: “Durante 40 días estuve aterrorizado, con los frenos, no sabía cómo hacerlo. No sabía dormir”. Hoy, dice que sabe montar mejor en un barco, ya no tiene la misma relación con el miedo. “Y sé dormir”. Incluso quiere ver cómo es ir a toda velocidad.
Porque lo admite: “En la primera Vendée Globe, era como si tuviera rutinas provocadas por el miedo. Estuve buceando en apnea hasta los Mares del Sur”.
Una vez en el Índico y Pacífico navegó liberado. “Esa es la magia de esta gira mundial. No estaba tenso, sólo feliz. Me permití soñar despierto mirando el océano. Iba rápido porque me sentía bien”.
Sensaciones que quiere redescubrir…
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