¿Cuántas muertes (de verdad) en nuestras calles?

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Dos cifras me llamaron la atención en la desgarradora encuesta publicada el jueves por La prensasobre el meteórico aumento del número de personas sin hogar que mueren en las calles de Quebec.


Publicado a las 01:19

Actualizado a las 5:00 a.m.

El primero: 47 años.

Esta es la edad promedio de las personas sin hogar encontradas muertas en bancos de parques, callejones u otros lugares públicos. Ellos –especialmente los hombres– mueren muy jóvenes, si comparamos su esperanza de vida con la del quebequense medio (82 años).

El otro número para recordar es este: uno.

Esto por sí solo resume nuestra total ignorancia del alcance real del fenómeno, y ya verán por qué.

Mi colega Isabelle Ducas hizo un trabajo considerable para elaborar este impactante informe. Examinó una montaña de informes de la oficina forense, un ejercicio que le permitió enumerar 72 muertes de personas sin hogar el año pasado.1.

Esto supone el triple de la cifra de hace tres años.

Pero sobre el terreno, descubrió que la cifra real es sin duda mucho mayor. En los locales de la organización Résilience, frecuentados por inuits e indígenas sin hogar, supo que 35 clientes habituales del centro han muerto en la calle desde 2021.

Sólo una de estas muertes fue objeto de un informe forense.

Uno de cada 35.

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FOTO PATRICK SANFAÇON, LA PRENSA

La organización Résilience Montréal tiene tres paredes enteras llenas de fotografías de personas sin hogar que murieron en la calle.

En otras palabras, las 72 muertes registradas por la oficina forense –más de la mitad de las cuales ocurrieron en Montreal– son sólo la punta de un horrible iceberg. Probablemente habría que multiplicar este número varias veces para obtener una imagen precisa de la realidad.

Repetí el mismo ejercicio contable con James Hughes, el jefe de Old Brewery Mission. Su organización es una de las más grandes de Montreal, con alrededor de 400 plazas en alojamiento de emergencia.

Sus hablantes conocen su mundo. Siempre acaban enterándose cuando alguno de su rebaño muere en la calle.

Según la base de datos interna de la Misión, una veintena de regulares perdieron la vida el año pasado. En 2019, antes de la pandemia, había una media de cinco muertes al año.

Las cifras registradas por el forense “claramente subestiman” la situación, opina también James Hughes. Pero se conocen las causas de esta ola de muertes.

El caso de Normand Rivest, de 50 años, ilustra claramente las dificultades –y el trágico final de la vida– de demasiadas personas sin hogar.

Hacia las 13.07 horas de mayo de 2022, el hombre se acomodó en su saco de dormir a la salida de la estación de metro Jean-Talon. Unos minutos después, llega un individuo a darle “algo”.

Sólo dos horas después, un empleado de STM llamó al 911, ya que yacía inconsciente en las escaleras que conducían a la estación, “bloqueando así el paso”.

Normand Rivest ya estaba muerto cuando la policía llegó al lugar, indica el informe del forense.

Cerca de su cuerpo, los agentes encontraron parafernalia de drogas y una bolsa vacía. La autopsia revelará que había consumido un derivado de la cocaína, cannabis, alcohol además de naloxona, cuyo objetivo es revertir los efectos de una sobredosis.

En su expediente médico consta que padecía graves trastornos psiquiátricos, pero “nunca había tenido un seguimiento activo de su salud mental”.

En resumen, Normand Rivest combinó todos los ingredientes (falta de vivienda, problemas de adicción, enfermedades mentales, falta de un seguimiento adecuado) de una receta cada vez más fatal.

Lo que me lleva de nuevo a la falta de estadísticas sobre las muertes de personas sin hogar. Aparte de los casos que son objeto de una investigación forense, que son bastante pocos, no tenemos la menor idea del número real de muertes.

¿Qué revela exactamente este desenfoque? ¿Indiferencia de las autoridades? ¿Mala comunicación entre los mil y un actores que comparten la gestión del problema del sinhogarismo? ¿La incapacidad del elefante burocrático para alinear números en un archivo de Excel?

Lo que sabemos es que contar los muertos está lejos de ser un objetivo inalcanzable. Esto se hace en otras partes de Canadá.

Toronto Public Health recopila y difunde esta información, basándose en diversas fuentes sobre el terreno. En 2022, registró 187 muertes de personas sin hogar. En Alberta, la Calgary Homeless Foundation registró no menos de 436 muertes el año pasado entre personas sin hogar.

Es hora de que Quebec saque su calculadora. Combinando los recursos de las direcciones regionales de salud pública, el Instituto de Estadística, el Instituto Nacional de Salud Pública y quizás otras autoridades, podríamos lograr algo. Un retrato resumido, al menos.

Cuantificar el problema tal vez permitiría aportar soluciones al alcance real de la crisis.

Hasta que esto suceda –o no–, la Red de Apoyo a las Personas Solteras y Sin Hogar de Montreal (RAPSIM) asiste a un nuevo fenómeno: el de las organizaciones comunitarias que se transforman en “salas mortuorias”.

Estos grupos organizan cada vez más ceremonias para honrar la vida de personas anónimas que han muerto en la calle, me explicó su portavoz, Jérémie Lamarche. También guardamos minutos de silencio.

“Antes era una vez cada pocos meses, ahora es unas cuantas veces por semana…”

Estamos ahí.

1. Lea el archivo “Tres veces más muertes de personas sin hogar en Quebec”

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