Reportaje
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En Huelgoat, los forestales están intentando borrar las cicatrices de los violentos vientos que azotaron la región en noviembre de 2023 y dejar que el bosque se regenere por sí solo, adaptándolo al mismo tiempo al cambio climático.
Es un lugar de mitos y leyendas, de árboles retorcidos y arroyos plateados. El bosque nacional de Huelgoat, situado en el corazón de las montañas de Arrée en Finisterre, no se parece en nada a los demás. Se dice que allí se instaló todo un pueblo del bosque. Se dice que hadas, brujas y korrigans, estos elfos bromistas que frecuentan los cuentos bretones, se esconden entre los intersticios de rocas y musgo, omnipresentes en esta maleza. Si el folclore hace famosa a esta zona, la tormenta Ciaran no la perdonó cuando arrasó violentamente Bretaña la noche del 1 al 2 de noviembre de 2023.
Seis meses después de su paso, las cicatrices de este monstruo del viento todavía impresionan a los visitantes. “La gente nos pregunta si fue la tormenta la que causó tantos daños, no se lo imaginaban”, informa Marie Dubois, directora de la Oficina Nacional Forestal (ONF) de Bretaña, con un polo verde en la espalda. Situado cerca del Pont Rouge, este pequeño puente de piedra de 2.000 años de antigüedad que salva el río Argent y una parte esencial de las rutas de senderismo, nos cuenta el guardabosques. “Cuando llegué allí después de la tormenta, fue un shock. Estábamos sumergidos en el agua hasta las rodillas, había montones de leña en el suelo y el ambiente del bosque ya no era el mismo, los árboles
