La ira de los agricultores: cómo nació la “agricultura de grupo” en Tarn hace treinta años

La ira de los agricultores: cómo nació la “agricultura de grupo” en Tarn hace treinta años
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lo esencial
Con motivo de la feria agrícola Réalmont, la atención se centra en la agricultura colectiva, que ayuda a los agricultores a unirse para mejorar sus condiciones de vida y sus ingresos. Este modelo de Tarn, nunca duplicado, celebra este año su trigésimo aniversario.

Pascal Neel es considerado el padre fundador, y Jacques Bru, actual presidente de Agriculture Tarnaise de Groupe (ATAG), fue entonces su primer discípulo, con una cuarentena de compañeros. Muchos eran productores de leche como Pascal en Parisot y Jacques en Briatexte. “Tal vez porque allí la carga de trabajo diaria es mayor”.

Gran parte de los primeros socios procedían del movimiento CUMA (Cooperativas de Uso de Equipos Agrícolas). Pero formar un grupo requirió ayuda. Sin embargo, los subsidios no fluyeron naturalmente porque las divisiones políticas podrían interponerse en el camino.

En pocas palabras, el Departamento circulaba por la izquierda y la Cámara de Agricultura por el otro lado de la carretera. Jean-Marc Pastor, un excelente diplomático con experiencia en agricultura, encontró el compromiso histórico. El primer vicepresidente del Consejo General propuso la siguiente martingala: te ayudamos durante un año, mientras te demuestras, luego la financiación irá disminuyendo.

ATAG ha presentado sus pruebas basándose en una lógica de necesidad, si no de convicciones. “La agricultura colectiva lo tiene todo para garantizar un mejor relevo generacional: compartir el trabajo y las herramientas, lo que se traduce en una ganancia de productividad y mayores ingresos”, resume Jacques Bru.

Por lo tanto, el ATAG, tras la reforma de la PAC de 1992, cobrará impulso en 1994. Las dificultades del mundo agrícola sin duda han resuelto algunas diferencias. “Cuando el trigo está bajo el granizo, tonto que hace lo delicado” escribió Aragón en La Rosa y la Réseda. A lo largo de los años, se han ido incorporando socios (Cámara de Agricultura, ATASEA, Centro de Gestión, ADEAR, etc.), pero ATAG mantiene su independencia y abre los brazos: acoge a trabajadores convencionales y orgánicos, sindicalistas de todos los cabellos y de todas las edades. , tiendas de productores.

Pueden surgir tensiones entre socios.

“Apoyamos a 150 miembros, sea cual sea la forma del colectivo, también en Aude y sus alrededores. La contratación de Virginie Rousselin, hace veinticinco años, y luego de Pascale Caldéran da a la estructura medios de acción adicionales”, reconoce Jacques Bru.

El modelo Tarn nunca ha sido duplicado, pero su influencia –como consultor– es muy amplia: su experiencia se busca a nivel nacional. Las BCAM se convirtieron en algo común y luego se expandieron, primero dentro de la familia y luego entre los vecinos. El contrato está escrito, pero lo legal no lo soluciona todo.

Pueden surgir tensiones entre socios, relaciones difíciles y falta de eficiencia. Aquí es donde entra ATAG, para establecer reglas y prioridades de operación. Ofrece formación grupal e individual. Ésta es, en particular, la misión de Virginie Rousselin, a través de “GAEC et Société” que interviene en otros departamentos. ATAG lleva su palabra a las escuelas agrícolas y Casas Familiares para explicar y convencer. “El colectivo comparte”, resume Jacques Bru.

Para pioneros como él, era parte de una cultura personal o familiar, un acto de fe militante. Hoy en día, es la necesidad la que conduce hacia las BCAM: el individualismo retrocede ante las necesidades y la evidencia. “Como grupo reducimos los riesgos: si uno está enfermo, el otro se hace cargo. También hacemos economías de escala. Prevaleció el aspecto práctico. La agricultura en grupo no es una limitación, es una apertura”, afirma Pascal Neel. El ascenso de ATAG demuestra que su mensaje ha sido escuchado.

Un amortiguador de la crisis agrícola

¿Puede el modelo ser un escudo contra la crisis agrícola? “Sin reservas, sí, decide” Pascal Neel. “Hasta ahora estábamos en una lógica de expansión. Compramos la granja del vecino cuando estuvo disponible. Como resultado, creamos granjas que eran difíciles de transmitir y en las que se volvió casi imposible trabajar solo”.

Sin embargo, el empleo agrícola no siempre es una solución, porque es más caro y es difícil encontrar personal. La agricultura en grupo ofrece una alternativa. Los jóvenes horticultores en fase de instalación descubren en la “incubadora” de Gaillac los beneficios del colectivo, tanto en el uso de los equipos como en el asesoramiento y el intercambio de experiencias.
Frente a la crisis, la agricultura colectiva no puede, por sí sola, superar todos los obstáculos (competencia internacional, presiones a la baja sobre la distribución, etc.), pero puede resultar un amortiguador.

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