En su nuevo libro, la novelista describe almas gemelas separadas por una enfermedad. Una forma personal y sensible de resucitar a los seres queridos fallecidos.
Es una carta a los ausentes, magnífica y conmovedora, que ningún capítulo interrumpe, un monólogo madurado durante décadas, que parece escrito de una sola vez, de un solo suspiro. Pluma incisiva, pero impregnada de la dulzura de los sentimientos. Como en “Romance”, publicada por la misma editorial (Grasset) en 2022, quien lo posee se llama Jeanne, “este primer nombre en el que están ‘yo’ y ‘Anne’, doblemente yo”, admitió Anne Era Goscinny, nacida, como su heroína, a finales de los años 1960. El duelo de los seres queridos, la búsqueda de la felicidad, la fe, el judaísmo y el psicoanálisis de los que se ocupa. nunca fue estrenada, el rechazo de la realidad y su aceptación, todas las obsesiones del autor, huérfano a los 25 años, siguen convocadas. La sombra de su amado padre, René Goscinny, cuyo único hijo era… con Astérix, desapareció repentinamente cuando ella tenía 9 años. Y la lucha de su madre contra el cáncer que se la llevó demasiado pronto, después de una lucha infernal y vana.
El resto después de este anuncio.
A estos dos fantasmas que rondan crónicamente la obra de Anne Goscinny se suma uno nuevo del que ella nunca había hablado. Sin duda, admite, porque es “lo más doloroso de exhumar”. “Raphaël”, cuyo verdadero nombre guardará silencio “por consideración a su familia”, es este tío que sus dos hijos no conocerán, este hermano elegido, este alma gemela, el amigo de la infancia con el que compartía sus meriendas, sus llaves, sus secretos y sus penas. Cuando acababa de perder a su madre, él entró en coma a la edad de 25 años. En la época del Minitel rosa, del “Tchao pantin” en el cine, donde todavía hablábamos en francés y donde no existía la triple terapia, Raphaël contrajo el SIDA. Entre los giros de la memoria y siguiendo los pasos de Anne Goscinny, nos acercamos al cementerio de Montparnasse para darle el último adiós. Nos apresuramos con ella mientras escuchamos a Anne Sylvestre, nos quedamos, como ella, para contemplar en una ventana un dibujo de Sempé, el genio con el que su padre creó “El pequeño Nicolás”.
Qué pasa con el amor cuando la muerte separa a los seres que se aman atormenta al escritor
En los rincones de París, esta ciudad que se ha convertido en su único hito vivo, en las palabras que no pudo decir a sus padres, a Raphaël y a ella misma, Anne Goscinny busca una respuesta a la pregunta que la atormenta: ¿Qué pasa con el amor? ¿Cuando la muerte separa a los que se aman? Lo busca por todas partes, en esta sombra que le recuerda el rostro que nunca volverá a ver, en la visión de una pareja que se desmorona en la terraza de un café. Retrocedemos por las calles y el hilo de su infancia acortado por el duelo y el drama. A diferencia de la anterior, en esta nueva novela la adulta en la que se ha convertido Anne Goscinny no se dirige a la niña que era. Es todo lo contrario. Terminó de mentirse a sí misma y escribió: “Había fingido dejarme engañar por mi proceso, no literario sino de negación. Los fantasmas son de este mundo, en el otro sobrevive el recuerdo. » A través de libros y terapia, aceptó la idea de que sus seres queridos seguirían acompañándola, si no en su vida, al menos en sus novelas.