Marte o morir
Kevin y Amber, de 31 años, parecen una pareja sólida. Juntos durante doce años, viven una vida posadolescente en Vancouver, cuidando día y noche a sus “hijos”: las plantas de cannabis que cultivan en su apartamento. Pero si Kevin aprecia las veladas en el sofá y se contenta con tener a Amber a su lado, ella, ex campeona de gimnasio con ambiciones olímpicas destrozadas por una lesión, sueña con otro lugar. Quiso la suerte que Geoff Task, un multimillonario tecnológico megalómano y desalmado, lanza un concurso internacional: al final de un reality show, un hombre y una mujer serán enviados a Marte. Debido a que Amber es intransigente, su necesidad de espacio de repente se convierte en un deseo loco de ir al espacio. Dejando a Kevin frente a sus televisores, se entrega de todo corazón a este billete de ida a la aventura.
Willis otorga a sus personajes complejidad, paradojas, estados de ánimo y da rienda suelta a su cinismo.
La canadiense Deborah Willis tiene un loco sentido del tono, de los diálogos y de las situaciones, pero el encanto de esta primera novela, que se lee como si uno quisiera “darse un atracón” con la última temporada de “Koh-Lanta”, reside sobre todo en su tono. En contra de su dramaturgia bien definida, que satiriza los reality shows tomando prestados sus códigos narrativos, Willis concede a sus personajes complejidad, paradojas, estados de ánimo y da rienda suelta a su cinismo. Así, su proyecto se va revelando a medida que se desarrolla la historia, y se plantean grandes preguntas: ¿qué es una vida exitosa? ¿Cómo seguir amándote a ti mismo cuando la vida cotidiana apaga la llama? Y, sobre todo, ¿en qué (y en quién) podemos confiar para actuar con rapidez y firmeza mientras el planeta arde? Debajo de sus adornos de caramelo agrio, “Girlfriend on Mars” esconde una tragedia contemporánea, enérgica y desesperada. “Girlfriend on mars”, de Deborah Willis, traducida del inglés por Clément Baude (Rivages, 487 p.).
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A pesar de su título, “Novel de gare” no es en absoluto un libro para recomendar a los usuarios del transporte público. El riesgo de reírse de uno mismo y parecer un loco, un idiota o ambas cosas es demasiado alto. O la historia de dos perdedores de la región de Isla de Francia que decidieron lanzarse a la aventura en tren, pero, ojo, no en un cómodo TGV, no, en un vagón de mercancías, sin billetes ni la más mínima idea de el destino final. El narrador sólo ha encontrado para acompañarle a Simon, alias Buck: un amigo que le desea lo mejor, pero que no le sirve de nada. Quieren ser los “vagabundos” de los tiempos modernos, son exploradores de cartón, que soñaron con Samarcanda y apenas llegarán a Pouilly sur-Loire. Philibert Humm, que recibió el premio Interallié por “Roman Fleuve” en 2022, podría ser nieto de Jerome K. Jerome, hijo de Pierre Desproges, medio hermano de Fabrice Caro… bueno, es de la estirpe que escribe a la vez muy bien, muy divertida y con una forma de alegre desencanto que deleita en cada página. Y lo peor es que acabamos aprendiendo muchas cosas, sobre las estaciones de mercancías del centro de Francia, los relieves de la región de Clermont-Ferrand y, sobre todo, sobre el insospechado placer de labrar el camino al azar. Irresistible. “Novela de estación”, de Philibert Humm (Ecuador, 231 p.).