Isela y David, en el aeropuerto de la Ciudad de México, esperan a su hija mayor que se ha ido a estudiar a Londres. ¡Cinco años desde que Patricia regresó al país! “No, no puede ser ella, este rostro tímido que emerge detrás de un interminable trozo de tela, esta chica con la cabeza velada”, escribe Sylvia, la hermana pequeña de esta joven transformada por una historia de amor, convertida , en el sentido literal de la palabra. Y además, Patricia ahora se llama Aïcha, a su lado está el hombre que causó la desgracia, un turco, Sayeb. La convivencia es inmediatamente dolorosa, reivindica la pareja islamista radical: “Hay que tapar las ventanas (…) quitar los cuadros (…) esconder las fotos, no debemos recibir visitas…”. Patricia la rebelde, la ciudadana comprometida, se ha disuelto bajo los velos de Aïcha, religiosa, extinta, sumisa a su hombre. La madre dice amén a todo, el padre guarda silencio antes de que Aïcha y Sayeb cierren la puerta. Patricia desaparece definitivamente, su nombre ya no se pronunciará. Para Sylvia, su hermana mayor se convierte en una obsesión, quiere devolverle en el papel la existencia que el velo y su marido le arrebataron. Años escribiendo, documentando, investigando. A veces suena el teléfono y ella reaparece, son las lágrimas del aislamiento y la violencia, la historia de la nariz rota varias veces, las patadas en el estómago durante cada embarazo. Sylvia Aguilar Zélény firma una impresionante historia polifónica en la que padres, (…)
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