Con Anna Ayanoglou y Yannis Rítsos, la poesía dice Grecia – Libération

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Tuvimos que ahuyentar los azules instalados en lo profundo del cielo, siempre dispuestos a caer sobre nuestras cabezas, que no dejaban de transformar esta primavera líquida en invierno. Queríamos azul. El azul del mar y del cielo, los platos, los paños secándose al sol, no importa, sino el color del infierno, un horizonte.

Resulta que, por casualidad, dos libros que respondían a estos deseos de otros lugares llegaron casi al mismo tiempo a nuestro buzón, y los vimos reflejados el uno en el otro, hasta que ‘en azul pálido en su cubierta, planos aquí y descoloridos en rayas allá.

Sobre todo, tenían otro punto en común: Grecia, una tierra azul si alguna vez las hubo, al menos en las imágenes de Epinal grabadas en la retina de una víctima del mal tiempo. Por un lado, está Anna Ayanoglou, la poeta francesa actual, nacida en 1985 en París de padre griego. Del otro, Yánnis Rítsos, poeta, comunista y luchador de la resistencia griego, nacido en 1909 en Monemvasia y fallecido en 1990 en Atenas, cinco años después del nacimiento del segundo.

En el primero, hay una exploración poética e identitaria de la patria del padre silencioso desaparecido, ese país de raíces del que se descubre extraña en la adolescencia y que vuelve para salpicarla cuando menos lo espera: en la boca de el anestesiólogo que está a punto de dormirla porque está a punto de someterse a un aborto. Anna Ayanoglou decidió que el linaje terminaría con ella, y fue entonces cuando el linaje sube y baja por su garganta. Aprendió el idioma de su padre, aprendió otros, vivió aquí y allá, vivió su vida con su nombre del que la gente abusa constantemente, todos estos momentos se superponen o forman un gran bucle. Es un libro inquieto, que a veces se olvida de respirar porque una búsqueda existencial no hace perder el tiempo. La poeta se puntúa con grandes guiones, guiones de diálogo, como si se respondiera a sí misma y se aislara. Es urgente. Es una historia de familia y pertenencia, de hecho se llama Pertenecer. Es a la vez una autobiografía y una terapia, pero ¿escribimos alguna vez algo más?

En el segundo, está el retiro pacífico en la isla de Samos de este proletario nacido rico antes del colapso familiar y que se convirtió en un poeta disidente, un hombre de convicciones y de luchas. Estos poemas fueron escritos en el verano de 1960 en un momento suspendido, cuando la vida es “sencillo y silencioso”. También lo son los poemas. El lenguaje tiene la claridad del agua, los versos son breves, Yánnis Rítsos evoca la belleza de la naturaleza y los colores de las cosas. Es un paréntesis –la guerra civil ha pasado pero vendrá la dictadura de los coroneles, con dos largos períodos de encarcelamiento para el poeta– ​​y, por tanto, es atemporal. Es un libro amable, que observa y admira, pero que no se permite ser angelical. También es una edición bilingüe, que disfrutamos hojeando por la belleza del alfabeto griego aunque no podamos descifrarlo. El traductor Faber Fabbris relata en un epílogo –breve pero fascinante para quienes estén interesados ​​en este loco y gigantesco proceso que es la traducción poética– su manera de adaptar al francés la musicalidad de los versos de Rítsos, las estructuras de las frases con el ritmo de sus sílabas así como el significado.

Son dos libros que no tienen nada que ver entre sí, pero podemos buscar similitudes o jugar al juego de las siete diferencias. O imagina que estos dos hablan entre sí a lo largo de los años.

Pertenecer por Anna Ayanoglou, ed. El Castor Astral, 111 págs. 14€.
Los juegos del cielo y el agua por Yannis Rítsos. Edición bilingüe griego/francés, traducción de Faber Fabbris, ed. Bruno Doucey, 101 págs., 14 euros.

Extracto dePertenecer por Anna Ayanoglu

Grecia

No es tanto lo necesito

siempre presente

— tengo que estar seguro

de su proximidad – su posibilidad:

comer, oír hablar, una película

– solo sabiendo que puedo

(Probablemente no la veré)

— el amigo con quien jugar

culo entre dos sillas

— que incómodo es estar solo

(y la aterradora caída)

qué divertido es para dos – que

bordados y la invención de nuestros modismos

— Lo necesito como el niño

la luz de la noche por la noche para que se duerma

sereno.

Extraer de Juegos de cielo y agua. por Yannis Ritsos

La cadena alrededor de tu cuello,

la estrella del alba sobre las hojas,

cuerdas, barcos, linternas

espejos, gaviotas y frutas –

los mástiles de los barcos han florecido.

Hermoso Dios mío, qué hermoso es el mundo:

vasos de agua por miríadas

recién lavado, recién secado

brillar a lo largo de la playa.

De todas partes bebo azul, hijo mío,

pero todavía no estoy borracho.

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