El impuesto a los libros de segunda mano es “la última locura del Absurdistán”, considera François Lenglet

El impuesto a los libros de segunda mano es “la última locura del Absurdistán”, considera François Lenglet
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Un impuesto a los libros usados ​​es la última idea fiscal del Presidente de la República. Una nueva locura… Emmanuel Macron anunció la creación de lo que él llama una “contribución”, para, cito, “contribuir a proteger el precio único y permitir a nuestros autores, editores y traductores ayudar mejor”. Hablamos sobre un impuesto del 3%, que serviría para reducir la diferencia entre el precio de los bienes nuevos, el precio único.

Pero ¿qué representa un libro de segunda mano? Es un mercado en crecimiento, por una razón obvia en estos tiempos de inflación: es más barato. Representa algo menos del 10% de la facturación del sector, equivalente al 20% de los ejemplares. De golpe, el sindicato editorial nacional grita, los autores gritan, porque obviamente nadie en este pequeño mundo recibe un centavo de las ventas de segunda mano.. De ahí el recurso al impuesto, con la esperanza de beber de este nuevo río.

Algunos todavía evocan para ellos una forma de competencia. Podemos darle la vuelta a la afirmación: se trata de una ampliación del mercado, porque los productos de segunda mano tienen nuevos clientes, mientras que los nuevos no. Y un comprador de libros de segunda mano que desarrolla el gusto por la lectura, un día u otro, recurrirá a libros nuevos. Lo cierto es que el mundo editorial, amparado desde hace cuarenta años por la ley Lang, que prohíbe los descuentos en libros, no quiere reconocer que sus productos se han encarecido demasiado..

Gravar sólo a las grandes plataformas no sería constitucional

El sindicato editorial afirma que sólo se gravarían plataformas como Amazon o Rakuten… Esto es una tontería. En primer lugar porque no sería constitucional. Entonces porque Si grava los libros vendidos en Amazon, es el comprador quien paga, no Amazon. Cuando gravamos la carne de vacuno, no es la vaca la que paga, sino el consumidor de carne. Luego, ¡muchos pequeños independientes venden libros en plataformas! Eso no tiene sentido. Y no te hablo del argumento ecológico…

El libro de segunda mano es el epítome de la economía del reciclaje, que el gobierno sigue diciendo que es el futuro porque reduce las emisiones de carbono. En nombre del necesario reciclaje, subvencionamos la reparación de tostadoras y teléfonos, y también financiamos el zurcido de calcetines, con un impuesto que grava la compra de nuevos productos. Si retomo, En el caso de los electrodomésticos y los textiles, gravamos los productos nuevos para subvencionar las compras de segunda mano. Y para el libro, gravamos la oportunidad de subsidiar los nuevos. Buscando el error… Obviamente, los asesores del presidente que idearon este asunto estaban demasiado ocupados preparándose para los Juegos Olímpicos como para pensar. Y de hecho, con tal idea, tienen posibilidades reales de ganar la medalla de oro, bajo la bandera del Absurdistán.

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