En el verano de 2024, el ejército ucraniano tomó a Rusia –y al mundo– por sorpresa. Kiev se precipitó repentinamente, dos años y medio después de la invasión rusa, hacia el territorio de su enemigo. En tan sólo unos días, los ucranianos capturaron varios cientos de kilómetros cuadrados y desde entonces han mantenido el fuerte. Pero el domingo Moscú aseguró que las tropas ucranianas habían relanzado una nueva ofensiva en esta región transfronteriza. Según una fuente rusa, citada por el Instituto para el estudio de la guerra (ISW), un grupo de expertos estadounidense, los ucranianos controlan actualmente Cherkasskoe Porechnoe, una pequeña ciudad situada a poco menos de 25 kilómetros de Ucrania.
“Hay que tener cuidado. Las autoridades ucranianas no han confirmado que se haya tratado de una contraofensiva y los rusos afirman haber rechazado este avance”, reacciona Marie Dumoulin, directora del programa “Una Europa más amplia” del Consejo Europeo ECFR y especialista en el espacio postsoviético. Sobre el terreno, es en realidad el ejército ruso “reforzado por soldados norcoreanos sacrificados para agotar las defensas ucranianas” el que “busca reconquistar lo perdido” y ha lanzado una “ofensiva en la región de Kursk”, señala Jean-Sylvestre. Mongrenier, experto en geopolítica y director de investigaciones del Instituto Thomas-More.
“Recuperar el control”
Todo el mundo tiene interés en conquistar (o recuperar) algunos kilómetros. “Es muy probable que ambas partes intenten aprovechar su ventaja antes de la toma de posesión de Trump. [le 20 janvier]hasta el punto de que nadie sabe lo que quiere hacer, empezando por él mismo, conociendo al personaje”, desliza Masha Cerovic, profesora de la EHESS y directora del Centro de estudio de los mundos ruso, caucásico y centroeuropeo (CERCEC). “Los ucranianos están tratando de convencerlo de que sólo un apoyo mucho más decidido a Ucrania permitiría negociar la paz desde una posición de fuerza, y una ofensiva en territorio ruso podría ser el tipo de demostración de fuerza que agradaría a Trump”, añadió. . ella dijo.
“Es claramente una forma de recuperar el control o de posicionarnos mejor en previsión del 20 de enero y del regreso de Donald Trump al poder”, añade Marie Dumoulin, quien evoca una “carta a jugar en la cuestión territorial”. Sin embargo, es un activo que hay que moderar. Porque “este trozo de territorio ruso no equivale a la pérdida de Crimea, parte del Donbass y el “puente terrestre” entre el mar de Azov y Crimea”, subraya Jean-Sylvestre Mongrenier. Por lo tanto, este “activo geoestratégico” no puede constituir la piedra angular de posibles negociaciones futuras.
Territorios, la menor de las disputas
En realidad, la cuestión territorial resulta, paradójicamente, “la parte más sencilla de cualquier negociación” entre Rusia y Ucrania, afirma Masha Cerovic. “Rusia no tiene originalmente ambiciones territoriales bien definidas en Ucrania: toma lo que le da su ejército. Lo que quiere el gobierno ruso es restablecer el control sobre el país, sin pasar por la conquista territorial”, explica el director del Centro de Estudios del Mundo Ruso, Caucásico y Centroeuropeo (CERCEC). En los albores de la guerra de agresión rusa, el objetivo del Kremlin era, de hecho, tomar Kiev en pocos días para derrocar al gobierno vigente.
La inesperada resistencia de los ucranianos obligó a Moscú a emplear una nueva estrategia, la de una guerra larga cuyo resultado negociado le permitiría alcanzar sus fines (principalmente políticos) en Ucrania. “Vladimir Putin se embarcó en esta gran ofensiva no para resolver una disputa territorial menor, sino para borrar del mapa al Estado-nación ucraniano y reconstituir la esfera geopolítica de la antigua URSS”, añade Jean-Sylvestre Mongrenier. Si Rusia y Ucrania finalmente se sientan en 2025 para intentar llegar a un acuerdo, sus posiciones bien podrían ser irreconciliables.
“Ucrania quiere la independencia y la soberanía de su país, pero también garantías de seguridad lo suficientemente decisivas como para impedir una nueva agresión rusa”, explica Marie Dumoulin. Hoy en día, “todos los planes propuestos por diversos “expertos” estadounidenses o europeos incluyen garantías de seguridad para Ucrania que son inaceptables para Rusia”, subraya Masha Cerovic. Pero renunciar a estas garantías también constituiría un juego peligroso. Porque, como nos recuerda Jean-Sylvestre Mongrenier, el acuerdo sólo constituiría un “alto el fuego”. Y esto último podría dar “a Vladimir Putin el tiempo y el oxígeno necesarios para reanudar el ataque contra Ucrania u otro país situado en el eje Báltico-Mar Negro”.