El fluoruro, añadido al agua del grifo en varios países, incluido Estados Unidos, podría afectar el coeficiente intelectual de los niños, afirma un análisis científico publicado el lunes y ya criticado, reavivando un acalorado debate científico y político en América del Norte.
54 de 74 estudios sugieren una reducción del coeficiente intelectual
El trabajo realizado por investigadores del NIEHS, un instituto del gobierno estadounidense, consiste en un metaanálisis de 74 estudios realizados en diez países, entre ellos China y Canadá, pero no Estados Unidos. Concluye que, en 54 de ellos, se observó una reducción del coeficiente intelectual de los niños expuestos a determinados niveles de flúor en el agua corriente.
Esta observación, publicada en la revista “JAMA Pediatrics”, es cuestionada por los expertos, que señalan en particular errores metodológicos y fallos importantes en los estudios subyacentes. Otros aseguran, por el contrario, que se trata del “metanálisis más riguroso jamás realizado” y piden “reevaluar los riesgos potenciales del flúor durante el desarrollo temprano del cerebro”.
Pero a medida que se acerca la toma de posesión de Donald Trump, que quiere ver a Robert Kennedy Jr., un feroz opositor de la fluoración del agua, en el Departamento de Salud, algunos científicos temen que esta publicación erosione la confianza del público en las instituciones sanitarias.
Consenso sobre la peligrosidad de altas concentraciones
En los Estados Unidos, sólo unas pocas áreas tienen agua fluorada de forma natural. Desde la década de 1950, las autoridades sanitarias del resto del país, con algunas excepciones, han añadido flúor, que ayuda a prevenir la caries dental.
Si hay consenso sobre la peligrosidad del fluoruro en altas concentraciones, es la cuestión del “umbral de toxicidad” lo que divide a la comunidad científica. En la publicación, los investigadores sugieren, basándose en un pequeño número de estudios, que incluso una concentración inferior a 1,5 mg/L (el umbral máximo recomendado por la OMS) podría afectar el coeficiente intelectual de los niños.
Sin embargo, “casi todos los estudios se han llevado a cabo en contextos en los que hay otros contaminantes”, señala Steven Levy, profesor del Instituto de Salud Bucal de Iowa, y cita como ejemplo la contaminación por carbón. Porcelana. Y otros estudios analizados en la publicación presentan resultados contrarios. Sigue habiendo “incertidumbre” sobre los efectos de tal concentración, reconocen también sus autores.
“No hay datos suficientes para establecer un umbral de toxicidad”
“Simplemente no hay datos suficientes” para determinar hoy con certeza un umbral de toxicidad, resume David Eaton, profesor emérito de la Universidad de Washington y ex presidente de la Sociedad Estadounidense de Toxicología.
Dado que existen otras fuentes de flúor, en particular en las pastas de dientes, es necesario reevaluar los beneficios de esta práctica estudiando los efectos observados tras “el cese de la fluoración en varias localidades”, afirma Fernando Hugo, investigador de salud pública. dental.
Los defensores de la fluoración argumentan que ayuda a reducir las disparidades socioeconómicas, ya que las poblaciones vulnerables a menudo carecen de acceso a una atención dental adecuada. Pero sus críticos argumentan que estas mismas comunidades pueden estar en mayor riesgo de sufrir posibles efectos adversos, como una disminución del coeficiente intelectual de los niños.
(afp/rk)