SSi el ejército ruso ha registrado en las últimas semanas su mayor avance en territorio ucraniano desde el inicio del conflicto, en el frente económico las noticias son más preocupantes para Moscú. La narrativa mantenida metódicamente por las autoridades según la cual las sanciones occidentales sólo tendrían una eficacia limitada y el crecimiento florecería es cada vez menos creíble. La soga de los embargos y las restricciones internacionales, a pesar de los intentos de eludirlos, de hecho está asfixiando lentamente a la economía rusa. En cuanto al esfuerzo bélico de Vladimir Putin, pesa mucho sobre los recursos presupuestarios del país, amenazando su estabilidad económica.
Hasta hace poco, Moscú había logrado mantener la ilusión de una resiliencia inesperada. Después de todo, las funestas predicciones hechas al comienzo de la guerra resultaron falsas. No sólo se ha mantenido el crecimiento, sino que gracias a un complejo militar-industrial que funciona a plena capacidad, la producción nacional se ha acelerado y el desempleo nunca ha sido tan bajo. Pero si queremos entender lo que está sucediendo actualmente en Rusia, es mejor observar la inflación y la política monetaria seguida por el Banco Central de Rusia (BCR).
El creciente nerviosismo en los círculos económicos rusos es inconfundible. Tienen los ojos puestos en los tipos de interés, que alcanzaron a finales de octubre un tipo exorbitante del 21%, algo inédito en más de veinte años. A partir de ahora, la presidenta de la institución, Elvira Nabioullina, es acusada de todos los males por los empresarios. Su acritud es comprensible. Con tasas de interés tan altas, invertir se vuelve complicado porque encontrar proyectos que generen una rentabilidad superior a las tasas clave se ha convertido en una misión imposible.
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Los Ferrocarriles Rusos, el mayor empleador del país, reducirán sus inversiones en un tercio de aquí a 2025. La situación es tanto más preocupante para las empresas rusas cuanto que más de la mitad de su deuda es a tipo variable. Muchos tienen cada vez más dificultades para hacer frente a sus pagos y anuncian quiebras en serie. En cuanto a los bienes raíces, el gobierno ya no tiene los medios para subsidiar los préstamos para permitir que los individuos sigan endeudándose. La burbuja especulativa de precios que se ha disparado en los últimos años amenaza con estallar.
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