En el corto plazo, la renovación temporal del presupuesto de 2024 ayudará a evitar una parálisis total, pero los proyectos fiscales ambiciosos seguirán estancados, afectando las perspectivas de crecimiento.
Francia está atravesando un período de turbulencias políticas y económicas que está debilitando su posición dentro de la zona del euro. Los rendimientos de los bonos franceses a 10 años, que alcanzaron sus niveles más altos en catorce años, simbolizan esta inestabilidad. Si estas altas tasas son en parte un reflejo de la crisis inflacionaria de 2021 y 2022, después de que la inflación haya disminuido, ahora están más impulsadas por una prima de riesgo político exacerbada por la disolución de la Asamblea Nacional y los recientes enfrentamientos presupuestarios. La situación ha empeorado desde el derrocamiento del gobierno de Michel Barnier, lo que pone de relieve la dificultad estructural de alcanzar un consenso en un panorama político fragmentado.
El impacto de esta crisis va más allá de las fronteras francesas. Con un 17% del PIB de la zona del euro, una recesión en Francia en el cuarto trimestre de 2024 ralentizaría aún más el crecimiento europeo, previsto en sólo el 0,8% en 2025. La dificultad para definir una política presupuestaria coherente también reduce el atractivo de Francia para los inversores extranjeros. . Sin embargo, crisis europeas anteriores han demostrado que el Banco Central Europeo podría intervenir en caso de tensión en los bonos, evitando así el contagio sistémico. Esta perspectiva, junto con la experiencia de los programas de recompra de deuda soberana, tranquiliza sobre la resiliencia financiera de la zona del euro.
Sin embargo, las altas tasas de los bonos franceses aumentan el servicio de la deuda y restringen el margen de maniobra presupuestal. Esta presión presupuestaria limita las inversiones, particularmente en el sector inmobiliario, y podría alentar al BCE a relajar su política monetaria para evitar una desaceleración más marcada de la actividad. A más largo plazo, la divergencia de trayectorias presupuestarias entre los Estados miembros podría debilitar la cohesión de la zona del euro, complicando aún más el desarrollo de una política monetaria única.
En el frente del mercado de valores, las incertidumbres políticas pesan mucho. El CAC 40 registra un comportamiento negativo desde principios de año, del -3,6%, mientras que otros índices europeos, como el Stoxx 50, suben un 8%. Este bajo rendimiento refleja no sólo las tensiones políticas sino también la debilidad de varios valores emblemáticos como LVMH, L’Oréal y TotalEnergies, penalizados por la desaceleración en China y los márgenes de refino bajo presión. Sin embargo, el CAC 40 sigue siendo atractivo gracias a empresas sólidas y bien posicionadas en tendencias a largo plazo como la digitalización y el surgimiento de la clase media en Asia.
Francia enfrenta un desafío crítico. Si persiste la fragmentación política, el bloqueo institucional podría frenar las reformas esenciales para estabilizar las finanzas públicas. El derrocamiento del gobierno de Barnier ilustra hasta qué punto las oposiciones de izquierda y derecha pueden unirse para impedir cualquier progreso presupuestario significativo. En el corto plazo, la renovación temporal del presupuesto de 2024 ayudará a evitar una parálisis total, pero proyectos fiscales ambiciosos seguirán estancados, afectando las perspectivas de crecimiento y la confianza de los inversores.
En este contexto, la trayectoria económica de Francia dependerá de su capacidad para superar los bloqueos institucionales y restablecer la confianza del mercado. Las lecciones de crisis pasadas muestran que una acción concertada entre las autoridades y el BCE puede estabilizar la situación. Sin embargo, Francia se encuentra en una encrucijada, donde la elección entre reformas estructurales y el statu quo definirá no sólo su futuro económico, sino también su papel dentro de la eurozona.