Meticuloso y apasionado, Henri Vivier ha coleccionado a lo largo de los años 18 conchas bautismales de las que se dispone a desprenderse. “Decidí donarlo a la catedral de Notre-Dame de París con motivo de su reapertura”confiesa. Cinco de estas conchas se exhibirán a los visitantes, las demás se conservarán en la reserva. Todos ellos aún podrán utilizarse. “Para mí era muy importante que esta colección encontrara un entorno que honrara la dimensión litúrgica del objeto. Por eso estoy muy feliz de que Notre-Dame pueda recibirlos, tanto más cuanto que el Tesoro de la catedral no contiene cualquier orfebrería anterior al siglo XIX, habiendo sido saqueada por los revolucionarios.”
No más iglesias de pago ni catedrales baratas
Esta donación es tanto más simbólica cuanto que el nuevo mobiliario de la catedral rinde homenaje al sacramento del bautismo, fundamental en la vida de los católicos. Por primera vez en la historia de la catedral, al inicio de la nave se instala un baptisterio (lugar donde se realiza el bautismo) para marcar la iniciación a la vida de fe.
Henri Vivier conoce bien Notre-Dame, “este hermoso lugar que le habla al mundo entero”. Allí se ofreció como voluntario y cantó durante varios años en el coro. Con su gesto se suma, a su manera, a los 340.000 donantes, de 150 países, que participaron en la restauración del edificio. “Espero que la donación realizada por un mecenas belga en el extranjero haga brillar también a nuestro país más allá de sus fronteras”.