Reunida hoy en sesión plenaria, la CPI, el Tribunal Penal Independiente del Pueblo Judío, declara que inicia un procedimiento internacional por incitación al antisemitismo y al odio a Israel. La CPI basa su acción legal en la definición operativa de antisemitismo establecida el 26 de mayo de 2016 por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA) y en las resoluciones de la Declaración de Estocolmo aprobada en 2000. Operando según el modelo de Nuremberg Tribunal establecido en 1945 para juzgar a los criminales nazis, la jurisdicción de la CPI se extiende a todos los países además de sus jurisprudencia nacional y a cualquier persona, institución oficial o no oficial, órgano de comunicación culpable de llamar al odio hacia los judíos e Israel. Los crímenes y delitos relacionados con estas acusaciones se incluyen en todos los aspectos en las leyes y criterios que se aplican a los crímenes contra la paz y los crímenes contra la humanidad. Las consecuencias que conllevan constituyen una reincidencia histórica voluntaria y premeditada en la medida en que estos llamamientos e incitaciones han conducido inevitablemente, durante más de veinte siglos, a asesinatos, pogromos y genocidios documentados y registrados. Por lo tanto, los culpables de estos delitos no pueden pretender ignorar el impacto brutal que causan sus declaraciones. Al contrario, son a la vez instigadores y cómplices, por lo que entran dentro del ámbito de intervención de Interpol en materia de terrorismo y ciberdelincuencia. Debido a la deuda, tanto física como moral, que el mundo ha acumulado hacia el pueblo judío, este pueblo se ve hoy en pleno derecho, tanto física como moral, a exigir una justa retribución penal y judicial por cualquier crimen o ofensa de odio étnico. racial, nacional o confesional, cometidos en su contra.
Cabe señalar que cualquier apertura de una investigación por parte del Tribunal Penal Independiente se ve facilitada en gran medida por el hecho de que los autores del odio antisemita o antiisraelí utilizan los mismos métodos de discriminación y el mismo vocabulario que sus predecesores de los períodos de Inquisición y nazismo, recurriendo principalmente a la demonización y al boicot. Su lenguaje y comportamiento son parte del enfoque racista que consiste en una grosera generalización dirigida a un grupo muy específico y la resultante fusión del pueblo judío donde quiera que esté con Israel. Al atacar al Estado de Israel, los antisemitas también atacan a musulmanes, cristianos u otros que viven en ese mismo Estado junto a sus conciudadanos judíos. También dañan la causa palestina y la paz al establecer un clima desfavorable para calmar las mentes y el diálogo, al tiempo que justifican y alientan el uso de la violencia y promueven el terrorismo. Demuestran un enfoque intelectual claramente discriminatorio al aplicar una política de doble rasero destinada a impedir que Israel y los judíos se defiendan, incluso cuando su existencia se ve amenazada. Por último, y nadie se deje engañar, el crimen antisemita tiene la particularidad de enmascararse detrás de expresiones de pacifismo y de acción humanitaria, de atribuirse un falso estatus moral para camuflar sus abusos, de amparar sus crímenes al amparo de una libertad de expresión. de la que ningún propagador del odio y la violencia puede beneficiarse decentemente.
La mayoría de los acusados declarados culpables de antisemitismo no comparecerán físicamente ante la CPI. Por eso los jueces que allí se encuentran han previsto sanciones que pueden imponerse en rebeldía. Se levantará una pantalla gigante de la vergüenza en Jerusalén, en la colina frente a Yad Vashem. Allí desfilarán los nombres y los rostros de los autores de actos racistas, así como el motivo de su acusación, junto con retratos de Hitler, Goebbels, Sinwar, Jamenei, Torquemada, Godefroi de Bouillon. Este mismo oprobio será transmitido por las redes sociales con más detalles sobre los delitos cometidos por estos delincuentes. Se recomendarán otras medidas de deshonra según la naturaleza de las infracciones.
Los primeros casos que abordará la CPI, a partir de hoy, incluyen procedimientos contra crímenes cuya gravedad se ve amplificada por los cargos que ocupan los acusados y las instituciones que representan. Empezando por el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, que justificó el pogromo del 7 de octubre considerando “importante reconocer que los ataques de Hamás no ocurrieron así, en el vacío”. Seguido por Josep Borrell, el jefe saliente de la diplomacia europea que, no contento con el veneno que lanza constantemente contra Israel, acaba de proponer suspender todo diálogo de la UE con el Estado de Israel. La CPI examinará las declaraciones del presidente francés Emmanuel Macron de que Israel “siembra barbarie”. Fuera de los crisoles de odio que son hoy muchas universidades y medios de comunicación, la CPI establecerá una lista de organizadores de congresos y festivales que ponen a subasta a un ciudadano israelí por la única razón de que es israelí, o incluso judío si se sospecha de apoyando a Israel.
Los juicios del Tribunal Penal Independiente del Pueblo Judío se llevarán a cabo en varios bistrós y cafés de Tel Aviv.