La cuestión de la inmunidad no está resuelta
Entonces, ¿podrían Benjamín Netanyahu o Vladimir Putin hacer valer su inmunidad como líderes (a diferencia del ex ministro de Defensa israelí Yoav Gallant y Mohammed Deif, jefe del brazo armado de Hamas, también objeto de un mandato de arresto por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad)? “Pregunta compleja”, responde Philippe Currat. Según el derecho internacional consuetudinario, los jefes de Estado, de gobierno y los ministros de relaciones exteriores gozan de inmunidad. El Estatuto de Roma, sin embargo, podría ser una excepción. “La cuestión no está definitivamente resuelta”, considera el abogado. Hay una evolución del derecho en este ámbito que tiende al abandono de toda inmunidad en caso de crímenes de genocidio, contra la humanidad o de guerra.
Para ser claros, sería necesario que la CPI se ocupara de tal caso para poder pronunciarse al respecto. Benjamín Netanyahu, al igual que Vladimir Putin, en caso de ser arrestado en un país miembro de la CPI, podría oponerse a su traslado a La Haya. Philippe Currat considera probable que el Tribunal se incline a favor del levantamiento de la inmunidad. En cualquier caso, la decisión no correspondería a Suiza. Las órdenes de detención de la CPI podrían ser declaradas inadmisibles en otro escenario: el de la apertura de juicios por los mismos motivos en el país de origen de los interesados. Se aplica entonces el principio de complementariedad y la justicia internacional se activa sólo como último recurso. “No está excluido”, considera Philippe Currat. El sistema de justicia israelí en particular está operativo y probablemente tenga la capacidad de manejar un juicio de este tipo, siempre que la falta de voluntad política se interponga en el camino”. “Deberían realizarse investigaciones serias contra Netanyahu y Gallant”, reacciona Alain Werner, director de Civitas Maxima. Estamos muy lejos de ello. Hasta aquí la ley.
Moderación de Suiza y sus vecinos
El apoyo de Berna a la CPI es en realidad también una cuestión de opciones políticas. En la izquierda, el apoyo a la justicia internacional es firme. Esto no debería sufrir ninguna excepción. “Nadie está por encima de la ley”, reaccionó este fin de semana el socialista Fabián Molina en las columnas de Blick sobre Benjamín Netanyahu. En la UDC, sin embargo, la desconfianza hacia la CPI es constante. Franz Günter declaró el pasado mes de junio en Temporales que firmar el Estatuto de Roma fue un error. Considera que hoy el papel de Suiza es hacer valer sus buenos oficios y no apoyar la justicia internacional.
La moderación de Suiza no es un caso aislado. Francia, Alemania y Austria reaccionaron con la misma cautela, a diferencia de España, el Reino Unido o los Países Bajos, que dieron su firme apoyo a la CPI. Viktor Orbán, por su parte, se distinguió por invitar inmediatamente a Benyamin Netanyahu a visitar Budapest, como gesto de desafío al Estatuto de Roma del que Hungría es signataria. El pasado mes de octubre, Mongolia, miembro de la CPI, recibió a Vladimir Putin, a diferencia de Sudáfrica que, en 2023, había informado al jefe del Kremlin que el presidente ruso no sería bienvenido.
¿Justicia a la carta?
En 2009, cuando la CPI emitió una orden de arresto contra el presidente sudanés Omar al-Bashir, el Departamento Federal de Asuntos Exteriores subrayó “la gran importancia” de esta decisión. El año pasado, la embajadora ante las Naciones Unidas en Nueva York, Pascale Baeriswyl, declaró que “Suiza es, junto con Japón, el punto focal del Consejo de Seguridad para las cuestiones relativas a la Corte Penal Internacional”, recordando el importante papel de Berna en su creación. Explicó la necesidad de asistencia de todos los Estados para que los tribunales de La Haya puedan ejercer su mandato “de manera efectiva, independiente e imparcial”.
Mientras Estados Unidos e Israel lideran una campaña sin precedentes para desacreditar a la CPI y presionar a sus aliados, la actitud de los europeos –y de una Suiza que se presenta como un estudiante modelo de derecho internacional– será examinada de cerca por la comunidad internacional. . Una diferencia de trato entre Omar al-Bashir, Vladimir Putin y Benyamin Netanyahu demostraría “justicia a la carta”, lamenta Philippe Currat.