La presidenta georgiana, Salomé Zourabichvili, rompiendo con el gobierno, denunció un sofisticado sistema de fraude.
A principios de noviembre, un instituto electoral que siguió la votación y una organización de observadores electorales declararon que el análisis de los resultados sugería un fraude generalizado.
El destino de los georgianos está sellado, el sueño europeo se desvanece
Washington y Bruselas, preocupados por las “irregularidades”, solicitaron investigaciones.
Después de las elecciones, el primer ministro georgiano, Irakli Kobakhidze, consideró por el contrario que las elecciones habían sido “completamente justas”, antes de prometer que la “integración europea” seguía siendo la “principal prioridad” de Tiflis.
La membresía de la UE, al igual que la de la OTAN, está incluida en la constitución de Georgia.
La Unión Europea había hecho de estas elecciones una prueba en la perspectiva de esta adhesión.
Tras la promulgación en primavera de una ley “sobre la influencia extranjera” inspirada en la legislación rusa que el Kremlin utiliza para amordazar a la sociedad civil y a la oposición, Bruselas congeló el proceso de adhesión como forma de protesta.
Una ley que restringe los derechos de las personas LGBT+ es otro motivo de discordia con la UE.