El jueves 7 de noviembre comenzó en Marsella, en una sala repleta, el juicio por los derrumbes de la calle Aubagne, señal del “traumatismo considerable” que esta tragedia de viviendas indignas y sus ocho muertes ha infligido a la ciudad. “Aparte de accidentes singulares como explosiones de gas como la de la calle de Trévise en París, el derrumbe simultáneo y repentino de casi tres edificios es extremadamente raro”, aseguró el martes Fabrice Mazaud, uno de los expertos que participó en la investigación.
Lo que lo hizo posible fue la cantidad de “patologías” que afectaban a estos edificios. Como prueba, subrayó el arquitecto, sólo hizo falta un golpe de pala para que el número 67 se derrumbara, cuando se decidió destruir este edificio, tras el derrumbe de los números 63 y 65, el 5 de noviembre de 2018, unas horas antes.
Línea de tiempo vertiginosa
Hubo “un número importante de visitas y evaluaciones de estos tres edificios, en los 15 años que precedieron a los derrumbes”, señala el presidente. La primera alerta sobre 63 data de 2003. Luego, en 2011, el único ocupante de 67 lo abandonó, debido a su deterioro. Desde 2014, hubo una “alerta fuerte y importante para los ocupantes de 65”, y en 2015 el informe Nicol emitió una “alerta general” sobre las viviendas en Marsella, enumera el magistrado.
Durante 2018 se están acelerando los reportes de inquilinos de 65. En marzo, a algunas personas les resulta difícil cerrar sus puertas. A finales de septiembre, un perito informó de un muro hinchado, sótanos cubiertos de barro y rastros de aguas residuales y goteras. Luego, a mediados de octubre, llegó la visita de otro perito, uno de los 16 acusados. Permaneció en el lugar “aproximadamente una hora para concluir que había una situación peligrosa” y solicitó trabajos de emergencia, recuerda el presidente.
“Estoy en una trampa”
“¿Por qué, después de esta serie de acontecimientos preocupantes, se permitió a los inquilinos regresar a sus casas?” pregunta el presidente. ¿Se siguieron las recomendaciones del experto en todos los aspectos? ¿La situación “peligrosa” no estaba lo suficientemente avanzada como para ordenar la evacuación? En el banquillo de los acusados, Julien Ruas, entonces adjunto del alcalde Jean-Claude Gaudin, entonces responsable de estas cuestiones sobre los edificios en peligro, no está presente para escuchar esta historia.
“Espero poder salir de mi apartamento, estoy en una trampa”, escribió Marie-Emmanuelle Blanc, inquilina del 5, el 31 de octubre, en un correo electrónico a su administrador, también entre los acusados. Se reporta agua en el sótano. Los azulejos explotaron encima de la puerta principal durante el fin de semana. “Nosotros nos encargamos, usted puede quedarse en casa”, responde el gerente del síndico.
El día antes de la tragedia, un inquilino notó grietas en los azulejos de su cocina. En mitad de la noche, Marie-Emmanuelle Blanc llamó a los bomberos para informar de crujidos, imposibilidad de abrir puertas y ventanas y del aumento de las grietas. El bombero se ofrece a ir, mientras le asegura que normalmente un edificio no se derrumba repentinamente.
El presidente difunde el vídeo de otro inquilino, esa misma mañana, que muestra las señales de alerta del derrumbe en su vivienda y desliza, en voz off: “Hay una emergencia, en unas horas empeoró”. De fondo resuenan golpes, sin duda los de inquilinos atrapados en sus casas. Unos minutos más tarde, su edificio en el número 65 y el vecino número 63 se derrumbaron como castillos de naipes.
(afp)