Dos océanos de distancia y la intermediación de una pantalla de ordenador no pueden evitarlo: desde Australia, donde vive la mitad del año, la risa de Lucy Mushita estalla con la misma intensidad que en Blues de expatriados. Mucho mejor. Porque, desde que leímos su nuevo libro, una especie de diario de viaje tan doloroso como divertido, en el que nos confía su experiencia del racismo en Estados Unidos y en Francia desde los años 1980 hasta hoy, sólo hemos querido una cosa: escuchar que reír. Capte lo que cubre y revela.
Desde 1986, la escritora, nacida en Rodesia del Sur (actual Zimbabue), siguió a su marido, un científico francés, a Francia, Estados Unidos y Australia. En Lorraine, donde daba clases de inglés a estudiantes de una escuela de negocios, la secretaria la confundió con la señora de la limpieza. En París, una mujer la golpeó con su bolso en los Grandes Bulevares, porque estaba cansada de “toda esta gente negra”. Mencionemos también a esta desconocida en la sala de espera de un consultorio médico que se alegra por ella por el camino recorrido por estos antiguos esclavos. “como usted”. Por no hablar del pasajero del tren que le advierte que estaba sentada en primera clase.
Cualquiera se enojaría por menos que eso. La primera reacción de Lucy Mushita cuando hizo las maletas en Francia fue más bien de alivio. “En Lorena, donde llegué en un ambiente intelectual y educado, me sentí acogidorecuerda. Conocí a gente blanca por primera vez que no era racista. » Una agradable sorpresa para alguien nacido en 1960 bajo el régimen del apartheid. Donde desaparecen los vecinos demasiado interesados en la política. Donde creemos lo que vemos, es decir, que los blancos refugiados en sus grandes casas son superiores a los negros. “Mi padre y mi madre me decían: ‘Si ves a un hombre blanco, huyes’”recuerda. Sus padres, que tenían un “La infancia dickensiana”trabajan duro como camareros, sirvientes, jornaleros y finalmente agricultores. Con el dinero de las cosechas pagan la escuela de sus cuatro hijos. Porque sólo los blancos se benefician de la educación gratuita hasta el bachillerato. Desde muy joven, Lucy Mushita comprendió el poder de la educación. En Rodesia del Sur, la población se divide en cuatro “razas”: europeos, asiáticos, mestizos y negros. “Hasta la independencia en 1980, el racismo estaba reguladoella explica. Había colas. Podríamos leer “Sólo europeos” o “Ni negros ni perros”. » Fue “claro”.
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