Nueva cita con la historia. Esta tarde jugamos una nueva Copa Intercontinental. El Real Madrid podría ganar su cuarto trofeo de una competición especial que durante años parece haber estado difuminada en el Mundial de Clubes. Irónicamente, el Madrid ha conseguido pocos trofeos intercontinentales si miramos la cantidad de veces que hemos ganado el máximo título continental, que es la Copa de Europa. La paradoja va más allá cuando sabemos que el gran torneo mundial para los clubes es la Champions. Estos campeonatos tienen esta tendencia al sarcasmo pues, a pesar de sus rimbombantes nombres, lo que hace a una competición superior a otras es el nivel de sus participantes y la solera natural que con los años se gana.
Recuerdo que de chaval estos partidos no se podían seguir tan fácilmente. La edición del 2000 frente a Boca Juniors me pilló en el colegio y solo pudimos seguirla a través de un transistor. En su momento fue un pequeño mazazo para el infantil aficionado que era, aún no medía las dimensiones de las cosas. Más o menos como los llamados vinagres de Twitter o YouTube, con la salvedad de que ellos aún siguen en el período de latencia, que diría Sigmund Freud. La final del 2000 fue junto a la de 1966 las dos únicas que hemos perdido en esta competición. Aquella la ganó Peñarol al Madrid de los yeyé.
La final de 2000 fue un auténtico revés para mí. Esperaba que se ganara con cierta holgura porque veníamos de ser campeones de Europa con un gran equipo y acababa de llegar a Luis Figovigente Balón de Oro y el primer jugador reclutado para la iniciativa galáctica. Yo poco sabía de Boca y desconocía que estaba capitaneada por Juan Román Riquelme. Para mí, Martín Palermo, el autor del doblete y posterior jugador del Villarreal, era tan solo un personaje mencionado por Joaquín Sabina en su canción Dieguitos y Mafaldas. Desde entonces, le tengo algo más que ley al legendario club argentino.
Hoy volvemos a nuestra verdadera dimensión, que es el panorama internacional. Esta noche tenemos una nueva cita con la historia. Disfruten
Aquella derrota sirvió para inaugurar un subgénero periodístico que es la crítica destructiva a Florentino Pérez. Por aquel entonces se veía al presidente como un sospechoso paracaidista con aviesas aspiraciones. Se decía que venía a enriquecerse del Madrid y a convertirlo en sociedad anónima deportiva. Y además, carecía de un modelo deportivo realista y que pervertía el ecosistema con fichajes a golpe de talonario. Como podemos observar, la cosa no ha cambiado gran cosa 24 años más tarde.
El Madrid llega a la final de esta noche tras un empate en Vallecas. Este lunes el maestro Andrés Amorós escribía en La Galerna que la irregularidad que está mostrando el equipo tal vez resida en la creencia en la superioridad futbolística de muchos de sus jugadores y cierta apatía motivada por los tremendos éxitos recientes. Y para sintetizarlo todo, Amorós recurría al refranero español: “En la confianza está el peligro”. Yo no estoy del todo seguro de esto, pero me confieso incapaz de contradecir a una autoridad como Amorós, del que me confieso seguidor y admirador. Pero igual todos podemos coincidir que en muchas ocasiones el Real Madrid es históricamente irregular. Particularmente inconstante en el campeonato liguero.
Sin embargo, estamos a un punto del liderato y con un partido menos. Si el próximo domingo ganamos al Sevilla en el Bernabéu y al Valencia el 3 de enero, podríamos cerrar como campeones de invierno. Algo bastante significativo hace apenas un mes. Es cierto que cuesta ser positivos. Y es aún más cierto que cuesta no ofenderse con una competición donde tenemos que aguantar arbitrajes auténticamente dantescos como los de Martínez Munuera. No obstante, hoy volvemos a nuestra verdadera dimensión, que es el panorama internacional. Esta noche tenemos una nueva cita con la historia. Disfruten.
Senegal
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