Si bien los periodistas de Charlie Hebdo todavía demuestran su voluntad de defender la libertad de expresión y su uso del humor para ello, sus condiciones de trabajo se han visto afectadas desde los atentados del 7 de enero de 2015. La redacción trabaja ahora en locales secretos, bajo estrecha vigilancia policial. protección.
“No, no mataron a Charlie Hebdo”. El redactor jefe del periódico satírico, Gérard Biard, es categórico ante el micrófono de France Culture: a pesar de los atentados del 7 de enero de 2015, diez años después, “Charlie Hebdo sigue vivo. Charlie Hebdo sigue ahí. Incluidos los caricaturistas y editores, y nuestros amigos, a quienes mataron ese día”.
En el número especial, publicado este martes, Riss, directora editorial, afirma que “las ganas de reír nunca desaparecerán”. En la portada, un lector sentado sobre un rifle de asalto lee encantado este Charlie “histórico” de 32 páginas, que incluye cuatro páginas de caricaturas de Dios enviadas por caricaturistas de todo el mundo. El periódico satírico se autodenomina “¡increíble!”
“No quiero negarme la libertad”.
Varios jóvenes periodistas se han incorporado al periódico desde el atentado cometido por los hermanos Kouachi que dejó doce muertos, entre ellos ocho miembros de la redacción. Entre ellos, Lorraine Redaud, que asegura en el micrófono de BFMTV que si esta “empresa tiene una historia pesada”, “logra salir adelante”.
“Cuando llegamos a Charlie, es cierto que tenemos un poco de miedo de que haya una demarcación entre los supervivientes y los recién llegados. Y, de hecho, tan pronto como cruzamos la puerta nos damos cuenta de que “no hay nada de eso en absoluto”, añade.
Uno de los jóvenes caricaturistas de Charlie Hebdo, que se hace llamar Juin, se unió al equipo editorial sólo tres meses después de los atentados “para participar en el renacimiento del periódico”, explica a BFMTV. Asegura que no tiene miedo.
“Mis seres queridos están preocupados, no hablamos mucho del tema pero sé que puede resultar complicado para ellos. Saben que para mí es importante vivir esta vida al 100%, no me preocupo por más preguntas que esa”, dice Juin. “No quiero dejar de ser libre”, añade.
Vigilancia policial, cuarto blindado…
Una libertad, sin embargo, que sin lugar a dudas ha sido vulnerada durante diez años. La redacción y los periodistas viven bajo estrecha vigilancia policial.
De 70 a 80 agentes de policía están asignados permanentemente para proteger las instalaciones, que ahora se mantienen en secreto. Sólo un puñado de personas conoce la nueva dirección del periódico. Para acceder a la redacción hay que atravesar puertas especiales, ascensores y esclusas de aire ultraseguras. No hay ventanas que den al exterior, se ha definido un nombre en clave en caso de peligro y existe una habitación blindada para refugiarse en caso de ataque.
“El nivel de seguridad adoptado es el de una embajada en un entorno sensible”, afirma Frédéric Aureal, exjefe del Servicio Nacional de Protección de la Policía (SDLP), a BFMTV.
Explica que “un cierto número de procesos” están reservados “para el personal más amenazado”, como los agentes de seguridad, la instalación de vehículos blindados, “y toda una serie de protecciones sobre las que” no quiere “demasiado”. expandir.”
“La primera vez que llegué, recuerdo que empujé varias puertas blindadas y Riss me dijo: ‘bienvenido a Société Générale’”, recuerda Juin.
“Estamos en una habitación donde en realidad no hay ventanas. Me juré a mí mismo que nunca trabajaría bajo luces de neón, y trabajo bajo luces de neón”, bromea.
“Un búnker”
Coline Renault, una de las nuevas escritoras de Charlie, compara al equipo editorial con un “búnker” en las columnas del Journal de Québec. “No hay problema en decir si tenemos miedo, si no queremos participar en un evento fuera del periódico, si no queremos tener nuestra foto”, señala.
Antes de agregar: “Nos ofrecieron varias veces firmar bajo un seudónimo. Son muy respetuosos con los miedos y sentimientos de todos. Pero para mí no fue una cuestión, porque los lugareños todavía están muy bien protegidos.
El redactor jefe, Gérard Biard, cree que esta protección les permite producir este periódico como “deben hacerlo”.
“Es decir con cierta ligereza, jugando, discutiendo a veces, pero no debemos dejarnos obsesionar por algo que nos parasita”, declara en France Bleu.
Los periodistas más amenazados también han visto trastornada su vida privada. “La vida cotidiana ya no es la misma, no podemos improvisar, no podemos decirnos ‘hace buen tiempo’, voy a comprar pan, tenemos que planificarlo todo”, Gérard Nos lo cuenta Biard.
Pero para él, sobre todo, “lo que hay que cuestionar” es el hecho de que un “periódico satírico”, un “periódico político”, debe “estar bajo protección para poder funcionar”.