Trump, ¡un “elefante” que engaña enormemente!

Trump, ¡un “elefante” que engaña enormemente!
Trump, ¡un “elefante” que engaña enormemente!
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Es difícil hablar de Donald Trump sin pensar en la imagen del elefante en la cacharrería, pero en este caso, ese elefante no es sólo torpe. No, es mucho más estratégico.

Este “elefante” político no se limita a hacer ruido y dejar caer objetos frágiles. Se asegura de que todos noten su presencia, de que no podemos ignorar la enormidad de su silueta, el poder de su trompa. Pesa, hace promesas deslumbrantes y deja una sombra que cubre la escena política mundial, como una amenaza que acecha con cada movimiento.

Este “elefante Trump” es un espectáculo en sí mismo. ¡Una curiosidad! Un producto que sólo un Estados Unidos enfermo puede producir. Lo miramos fascinados, a veces escandalizados, pero a menudo distraídos por sus arrebatos, sus escándalos y sus tuits, como si estuviéramos en una película de acción o una comedia.

Pero al final, la política, los problemas reales, casi siempre quedan relegados a un segundo plano, borrados detrás de la cortina de humo que él crea hábilmente. Su estrategia se basa en una habilidad excepcional para manipular las percepciones y enturbiar las aguas para distraer la atención de la sustancia, creando ilusiones que se convierten en verdades para sus seguidores.

“Un elefante es muy engañoso. » Esta frase de la película francesa de los años 70, inicialmente llena de humor, resuena hoy como una metáfora conmovedora y apropiada de la forma en que Trump maniobra en el mundo político. El elefante, un animal enorme y sólido, puede parecer invencible.

Pero Trump no es simplemente imponente. Sabía cómo manipular esta imagen de invencibilidad para construir un complejo juego de tontos. “Trump engaña”, se podría decir, pero no se contenta con jugar con las apariencias. Se sumerge en un océano de oportunidades, a menudo problemáticas, pero explotadas sistemáticamente, para mantenerse en su lugar.

Su éxito se basa en un espectáculo constante, en una presencia mediática que se extiende mucho más allá de las fronteras americanas. Más que un líder político, Trump parece haberse concebido a sí mismo como una estrella, un personaje cuya política es sólo una extensión de la imagen que cultiva. Lo importante no es tanto gobernar sino mantener la atención, permanecer visibles.

¿Las contradicciones, las mentiras, los errores? No importa, mientras persista la ilusión, mientras el circo siga girando. Y en este universo donde la imagen tiene más peso que la verdad, Trump parece ser un maestro indiscutible de la manipulación de las percepciones.

El cinismo de su política es evidente. Con cada falsa esperanza, con cada promesa que fracasa, se fortalece una base leal, convencida de que el engaño es sólo un mal necesario, una táctica del juego político.

El circo Trump no necesita convencer a todos. Simplemente necesita a una gran parte del público, aquellos que, cegados por la luz del espectáculo, no buscan comprender, sino seguir. Aquí es donde reside el poder de este elefante político: su capacidad para captar la atención y mantener a la multitud en una perpetua búsqueda de espectáculo.

Irónicamente, en un mundo donde la integridad parece estar desapareciendo, un hombre tan controvertido como Trump no sólo puede regresar a la escena política, sino restablecerse allí con una fuerza formidable.

El engaño no es sólo una táctica; se ha convertido en una segunda naturaleza, una herramienta para navegar en la arena política. Y el elefante, con su engañosa majestad, consigue que nadie vea más allá de su gigantesca sombra.

A medida que nos acercamos a 2025, la pregunta no es sólo si Trump continúa engañando. La verdadera pregunta es: ¿cuánto tiempo puede durar la ilusión de su grandeza, de su fuerza? ¿Cuántas veces podrá hacer creer que el elefante, por imponente que sea, es invencible?

El mayor truco de magia de Trump es hacer creer a la gente que no hay engaño detrás de sus gestos, sus discursos, sus promesas. Puede que el elefante no sea consciente de su propio poder de manipulación. Pero quienes lo siguen saben bien que el verdadero objetivo nunca es buscar la verdad, sino simplemente seguir el desfile. Y en este desfile, la ilusión se vuelve más poderosa que la realidad.

En la danza política que se desarrolla ante nuestros ojos, Trump desempeña el papel de director, un hábil maestro. Su baúl, a veces un megáfono, a veces un instrumento de diversión, se despliega siempre que lo necesita para desviar la atención.

Detrás de cada promesa, de cada declaración demoledora, siempre existe la capacidad de mirar hacia otro lado, de ahuyentar a la opinión pública. Como un elefante en un zoológico, Trump fascina con su tamaño, su presencia, pero nadie pregunta cómo logró ocupar tanto espacio en la arena política global.

Lo fascinante de Trump es su capacidad para convertir cada fracaso en una victoria duradera. Un escándalo se convierte en un “acto de rebelión contra el establishment”, una derrota electoral se convierte en “el mayor fraude de la historia”. Detrás de esta retórica, hay una manipulación cuidadosa de las emociones colectivas, un llamado constante a la polarización.

No es la verdad lo que cuenta, sino la manera de cultivar una imagen de héroe, de salvador, que responda a las expectativas de sus seguidores. Aquellos que están dispuestos a creer cualquier cosa, siempre que alimente su deseo de venganza y cambio, se encuentran en esta búsqueda de una narrativa en la que siempre están del lado de los “buenos”.

Pero, por muy imponente que sea, el elefante no puede controlarlo todo. Detrás de la fachada de su colosal baúl, hay una vulnerabilidad palpable, un temor de que el imperio que ha construido pueda finalmente colapsar. Porque la ilusión, por gigantesca que sea, tiene sus límites. Siempre aparecen grietas en el edificio y, un día, la realidad se impone con una fuerza que ya no se puede ignorar.

Pero más allá del hombre, Trump es también un reflejo de nuestro tiempo, una época donde la velocidad de la información y la imagen priman sobre la reflexión. En una era donde la superficialidad ha prevalecido sobre el análisis, Trump encarna una forma de poder político que se basa en la emoción, el efecto y la apariencia. Sólo sigue las reglas de un mundo donde la manipulación de las percepciones se ha convertido en un arte.

Al entrar en 2025, nos preguntamos cuál será el futuro de Trump en la política estadounidense. Es posible que sus estrategias todavía produzcan resultados a corto plazo, pero a largo plazo surgirá inevitablemente la cuestión de su credibilidad.

¿Podrá seguir manipulando las percepciones e imponiendo la ilusión de su grandeza? ¿O la realidad lo alcanzará y la imagen que ha creado, por poderosa que sea, eventualmente colapsará?

Trump, el elefante engañoso, no es simplemente una figura política: es el producto de una era en la que la política es cada vez más un espectáculo y en la que la ilusión a veces puede superar la realidad. Pero, como todo gran espectáculo, la ilusión tiene una duración limitada. Las promesas incumplidas y las declaraciones falsas acabarán desapareciendo. El telón bajará algún día, y cuando lo haga, puede que no quede nada más que una imagen borrosa de lo que fue el fenómeno Trump.

Pero hasta entonces, el elefante sigue engañando, porque en un mundo donde la verdad parece relativa, la ilusión todavía tiene un futuro brillante por delante.

Dr. A. Boumezrag

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