Hiciera lo que hiciera para cerrar el domingo de fútbol y, por tanto, la jornada 17 de Liga, el Barcelona iba a jugarse el liderato contra el Atlético de Madrid la semana que viene. El asunto es que hacerlo con 3 puntos de ventaja -aunque los ‘colchoneros’ están con un partido menos- habría servido a los de Hansi Flick para afrontar con más aire una de las citas redondeadas en rojo en el calendario de Montjuïc.
El visitante era ideal, un Leganés que pelea por la permanencia y que, antes del pitido inicial, tan solo presumía de una distancia de un punto sobre los puestos de descenso. Ahora, la renta es de 4 porque Borja Jiménez, en el escenario en el que se ha calculado y carburado uno de los conceptos de juego más vertiginosos, atractivos y efectivos de esta primera mitad de temporada, se las apañó para imponerse con ideas más mundanas.
Un portero en plena forma y una defensa ruda no solo cercenaron las opciones de victoria de los ‘culés’, sino que sirvieron para derrotarles. Marko Dmitrovic, indiscutible ‘MVP’, realizó varias paradas de enorme mérito y sus guardianes le acompañaron con un recital de recursos en el despeje, en el corte anticipado y en el achique a la altura de pocas líneas de atrás no ya de España, sino de Europa visto el calado de unos azulgranas que han hecho añicos armaduras de tanto gramaje como la del Bayern de Múnich.
Los mejores momentos del guardameta residieron en una mano derecha de urgencia a una volea de Raphinhaque le retó con la izquierda y acabó viendo cómo la bola daba en su travesaño, y en un tiro a bocajarro de Robert Lewandowski que repelió con la rodilla izquierda. Sus prestaciones no quedaron ahí y hallaron condimento en salidas para despejar, de puños, centros o atraparlos directamente.
Incluso la fortuna le sonrió en una jugada en la que un centro de Jules Koundé rebotó entre las piernas de Jorge Sáenz y, en lugar de salir despedido hacia su propia red, quedó muerto para que su compañero bajo palos los recogiera del tapete. Ante la negativa del Leganés a cualquier vía de gol a la que podía acceder el Barcelona, los catalanes pasaron de diversificar sus intentonas a hacerlas previsibles. La rutina del centro desde la banda invadió las postrimerías y no sirvió para nada.
Otro aspecto que abanderaron los ‘pepineros’ en su visita a la Ciudad Condal no es el más delicado o lujoso, pero forma parte igualmente del deporte de élite: la agresividad. Los de Borja Jiménez, sin complejos, no solo no le temieron al contacto, sino que lo buscaron. Gracias a una vara de medir permisiva por parte del colegiado, que entendió que era lo mejor conceder a los equipos bajar al barro, la expedición de Butarque exprimió lo máximo de esta idea.
Conllevó, eso sí, bastantes riesgos. En una de las muchas internadas de los de Hansi Flick en el área, Raphinha cayó tras un braceo de Juan Hernándezque le desplazó hacia el lado cuando estaba a punto de disparar o pasar la bola. Los jueces entendieron que la intensidad del lateral no había sido suficiente como para que el extremo perdiera la verticalidad y, en consecuencia, no decretaron una pena máxima que llenó de quejas la platea.
Para entonces, la afición ya estaba harta. Era comprensible: el Barça llevaba perdiendo desde el minuto 4cuando Sergio González remató, completamente libre de marca, un saque de esquina de Óscar Rodríguez. El capitán gozó de tanto margen para trabajar que tomó carrerilla, se elevó, se suspendió en el aire, torció el tronco, giró el cuello y abatió a Iñaki Peña con un remache de libro de texto. Su maestría contrastó con la multitud de definiciones malogradas por los azulgranas, que, eso sí, hubieron de gestionar tener siempre a un zaguero cerca.
Es curioso cómo el rival menos esperado demostró que los riesgos que Hansi Flick ordena a su equipo le pueden jugar en contra en ciertos contextos. En Dortmund, celebró merecidamente una victoria clave para pasar a la siguiente ronda de la Champions League, pero tras un enfrentamiento alborotado que podría no haberle sido tan propicio. De vuelta a la Liga, donde da la sensación de que los contrincantes se han aprendido su pizarra, el Leganés le castigó con un clase de calle en la universidad.