La visita del Papa a Córcega, una semana después de su notable ausencia en la reapertura de Notre-Dame de París, atestigua su relación ambivalente con Francia, donde sus viajes siguen prioridades a veces mal comprendidas por los fieles y en desacuerdo con sus predecesores.
En las redes sociales y en las televisiones, voces – sobre todo en los círculos conservadores – denunciaron la “afrenta” infligida por el Papa con este breve calendario, llegando incluso a compararlo con “una bofetada”.
En un editorial publicado el 5 de diciembre y titulado “Francisco, el Papa que odia a Francia”, el semanario Le Point criticó la “animosidad” del Papa argentino hacia Francia, en la que vio “uno de los peores símbolos del “imperialismo colonial”. y abanderado del secularismo “demasiado rígido”.
Las reacciones llevaron incluso a Vatican News, el sitio oficial de noticias del Vaticano, a publicar una entrevista con el nuncio apostólico – embajador de la Santa Sede – diciendo que “Francia fascina al Papa Francisco”.
Al preferir asistir a Ajaccio para un simposio sobre la religiosidad popular en el Mediterráneo en lugar de asistir a una ceremonia en Mondovision entre jefes de Estado y jefes coronados, Jorge Bergoglio quiso poner de relieve una región y unos temas representativos de las prioridades de su pontificado.
Desde el drama de los inmigrantes hasta las guerras y el diálogo con el Islam, la cuenca mediterránea concentra temas que ha destacado periódicamente desde su elección en 2013.
“Es coherente consigo mismo. No le gusta la mundanalidad. Es el Papa de los inmigrantes y de los pobres que deja los campanarios para ir a la periferia”, recuerda a la AFP Bernard Lecomte, vaticanista y autor del libro “Francia-Vaticano: Dos siglos de guerra secreta”.
– Tres visitas –
Para el presidente de la conferencia episcopal francesa, monseñor Eric de Moulins-Beaufort, “preguntar si el Papa nos ama o no” es un enfoque “muy adolescente”, mientras se toma “muy en serio a Francia y a la Iglesia en Francia”.
“Precisamente por eso no quiere venir a Francia, porque considera que hay lugares que lo necesitan más”, dijo a la AFP, diciendo para sí: “impresionado” por el número de autores franceses citados en sus cartas y encíclicas.
Con este tercer viaje al territorio, Francia se convierte incluso en el país que más ha visitado fuera de Italia. Una estadística que haría sonrojar a otros grandes vecinos europeos, como Alemania, España o Reino Unido, donde nunca ha visitado.
Sigue existiendo una paradoja: a pesar de tres viajes, el jefe de la Iglesia católica todavía no ha realizado una visita de Estado oficial.
En 2014, viajó a Estrasburgo para visitar las instituciones europeas, sin siquiera detenerse en la catedral, para gran consternación de los fieles. En septiembre de 2023, insistió en que iba “a Marsella, no a Francia”.
El eco mediático y político de esta visita y de la misa en el Vélodrome ante 60.000 fieles en un ambiente tenso había puesto de relieve, sin embargo, el profundo vínculo entre los católicos franceses y el Papa argentino, que había dicho: “¡Hola Marsella, hola Francia!”.
– Nueva era –
La relación del primer Papa latinoamericano con Francia, por otra parte, marca una clara ruptura con sus predecesores. Así, Juan Pablo II visitó el país ocho veces con secuencias que quedan en el recuerdo, como una misa en París en 1997 ante más de un millón de personas.
Francófilo y francófono, su sucesor Benedicto XVI, apegado al legado de grandes figuras intelectuales y teólogos, causó impresión en 2008 visitando varios lugares simbólicos de la capital (Los Inválidos, Bernardins, Notre-Dame).
Si Francisco está “apegado a ciertas figuras de la santidad francesa, como Teresa de Lisieux o Carlos de Foucauld”, “no le gusta mucho esta imagen de grandeza, de arrogancia, un poco altiva”, confía una fuente vaticana.
El vínculo contrastante entre el Papa argentino y Francia sufre también la marginación de la Iglesia, debilitada por la secularización y la crisis de la violencia sexual.
Una tendencia que no le impide recordar las posiciones de la institución bimilenaria sobre cuestiones sociales como la eutanasia o el aborto, aunque ello signifique ofender, como lo hizo recientemente ante los parlamentarios franceses en el Vaticano.