Sin embargo, es difícil objetivar la importancia de las presiones religiosas, conspirativas o políticas a las que estarían sometidos los docentes hasta el punto –en ocasiones– de autocensura y de evitar determinadas materias en clase. Ésta es una de las razones por las que la ministra de Educación, Valérie Glatigny (MR), decidió abordar este problema, explica a La Libre.
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Una recurrencia de hechos
“Una serie de alertas me han preocupado en los últimos meses. Una profesora de biología me ha llamado la atención sobre los sentimientos de un colectivo, el de los universalistas. Me ha informado de que un joven oculta los ojos en clase de biología para no ver la reproducción de un cuerpo femenino desnudo, que una joven se niega a ir a clases de natación o que los estudiantes cuestionan la teoría de la evolución. Otro profesor fue cuestionado en su legitimidad porque era una mujer, sin olvidar que los profesores dicen que ya no abordan diversos temas, como la historia de Bélgica y la descolonización, el conflicto palestino-israelí, porque sufrirían una serie de intimidaciones.
Desde el inicio del curso escolar, el ministro también ha ampliado el alcance del número gratuito “Oui-École”. A partir de ahora, los profesores podrán testificar en particular sobre las presiones que experimentarían. “Desde el inicio del curso escolar, seis llamadas han confirmado la existencia de hechos preocupantes: un joven que se niega a sentarse junto a una chica, otro que ve vídeos de decapitaciones, un tercero que difunde teorías de conspiración… Lo mismo ocurre con los equipos móviles de apoyo que viajan a petición de las escuelas y que trabajan para prevenir el extremismo violento y el radicalismo. “Han realizado seis intervenciones desde principios de septiembre. No es trivial”.
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Estas cifras no demuestran una explosión de hechos, sino una recurrencia de ellos en los últimos años. “En 2021, además, la Ocam, Coordinadora de análisis de amenazas, mencionó un aumento de la radicalización violenta de los jóvenes.argumenta además el ministro. Es en este sentido que a finales de septiembre envió un cuestionario a 13.000 profesores preguntándoles sobre el respeto que reciben -o no- en sus clases. Se dedicó una pregunta a la intimidación ejercida contra ellos y a la autocensura que podría resultar de ella.
“A este respecto, el sentimiento de los docentes es bastante preocupante. Esta cifra no tiene ninguna pretensión científica, pero de las 10.000 respuestas recibidas, siete docentes de cada diez admitieron haberse autocensurado ya”. ¿Estaba vinculado a presiones religiosas, conspirativas o políticas? La investigación no lo dice. “Sin embargo, nos llamó la atención. No quiero provocar psicosis, pero me dije a mí mismo que ya no podíamos negar esta situación. Afortunadamente, nos dicen todos los expertos, es posible actuar. Y lo que tenemos que hacer es romper el silencio”.
El modelo francés
Para “romper el silencio”, la ministra Glatigny pretende recordar la norma vigente en las escuelas: el principio de neutralidad consagrado en la Constitución. “La escuela no es un lugar donde propagamos opiniones, donde hacemos proselitismo, ya sea religioso o político”.
“Desde luego, señalaré que los docentes representan al Estado. Por lo tanto, se benefician de una protección especial. La violencia ejercida contra ellos conlleva una agravación de la pena.”
“Por último, como no son suficientemente conocidos, les recuerdo que existen herramientas para que los docentes puedan comunicar con seguridad las presiones y las señales de alerta. Se pueden convocar equipos de intervención móviles y enviar informes a la fiscalía, a las autoridades locales la policía o el servicio de asistencia juvenil”.
“Sin embargo, hay deficiencias y por eso queremos tomar tres medidas. Tenemos la intención de organizar una mesa redonda con las autoridades organizadoras, profesores, padres, Ocam… para realizar un trabajo de sensibilización”.
Después de reunirse con Anne Genetet, ministra de Educación de Francia, país que vivió el asesinato de dos profesores (Samuel Paty y Dominique Bernard), Valéry Glatigny se inspirará en lo que ella llama “modelo francés”. En el futuro, cada establecimiento debería designar un “referente policial”y cada comisaría “referente escolar”. Estos dos contactos podrían entrar en contacto muy rápidamente para garantizar, en caso de emergencia, la protección de un profesor que estaría en peligro.
Por último, a través de la inspección, el ministro pretende publicar informes anuales sobre el respeto de la neutralidad en las escuelas. “Si queremos romper el silencio que rodea esta cuestión, estos informes anuales son importantes. Podrían debatirse en el Parlamento, permitirían objetivar la situación en las escuelas y serían una herramienta de gestión para nosotros.”