Sin embargo, el testimonio deAdèle Haenel abrió una brecha. Nos recordó que no había nada maravilloso en el comportamiento abusivo de algunas personas, como tampoco en el silencio de los demás. En 2019 se lanzó una primera agitación en el silencio ensordecedor, y no quietud, de la sociedad. Más adelante caerán otros shocks sobre esta gran cultura del secretismo, empezando por el inmenso trabajo de Judith Godrecheque continúa incansablemente la lucha contra la violencia machista y sexual, a veces delante de sus colegas del cine francés, a veces en el hemiciclo de la Asamblea Nacional. En pocos meses, la actriz y cineasta firmó una autoficción para Arte, Icono del cine francéspronunció un potente discurso en los Premios César 2024, presentó su cortometraje Yo también en el Festival de Cine de Cannes y posteriormente organizó una serie de debates cinematográficos por toda Francia. Entonces, ¿la vergüenza realmente está cambiando de bando? Interrogado sobre este tema el pasado mes de mayo, el periodista, director y autor Rokhaya Diallo confiado: “Recordamos el comienzo de #MeToo con las reacciones de mujeres mayores y privilegiadas que se levantaron y escribieron artículos de opinión para defender ‘el derecho a molestar'”. Según ella, “Esto ya no es así o, en cualquier caso, ya no es el discurso dominante. ¡Incluso se ha vuelto socialmente vergonzoso!”
Para que la vergüenza cambie de bando
El hecho de que el juicio de Christophe Ruggia que tuvo lugar al mismo tiempo que las violaciones de Mazan no es insignificante. Desde septiembre, la determinación de Gisele Pelicot el levantamiento de la sesión a puerta cerrada permitió hacer público este asunto, acelerando la conciencia individual y colectiva. Se han dejado de lado muchos prejuicios, ya sea sobre el perfil típico del agresor, el sistema de apoyo que rodea la violencia masculina o incluso la persistencia de la cosificación de las mujeres. Este último punto es particularmente evidente en la industria del cine. Prueba de su perpetuación: la Cinémathèque française acaba de anunciar que una proyección de El último tango en París de Bernardo Bertolucci tendría lugar en unos días como parte de una retrospectiva dedicada a Marlon Brando. Objeto de escándalo, la película es sobre todo la que permitió la violación de su protagonista, María Schneiderdel actor hoy celebrado por la institución. “¡Lástima! ¡Es una pena!” Los gritos ahogados deAdèle Haenel resuenan una vez más en nuestras mentes ante tal falta de consideración de lo que María Schneider (Esta última explicó varias veces en entrevistas que le resultaba insoportable ver que esta película siguiera existiendo).
De lo que se trata es de utilizar el sufrimiento de las mujeres para crear entretenimiento Adèle Haenel denuncia hoy. Apoyada por sus hermanas (entre otras, por Judith Godreche, Ariane Labedmiembro del colectivo 50/50 y cofundador de la Asociación de Actores, y Chloé Thibaudperiodista y autora feminista), esperamos que sus palabras sean escuchadas más por la sociedad civil y las instituciones culturales, para que la vergüenza finalmente cambie de bando.
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