Difícil de explicar cómo un jugador es capaz de marcar tres penaltis en una final de la Copa del Mundo, ante Argentina, dos en el tiempo reglamentario y el de la tanda, y lanzar ahora con tantas dudas y estrellarse por dos veces desde los once metros. Kylian Mbappé cogió el balón en San Mamés para lanzar. Parecía seguro, pero no lo estaba tanto. Lanzó el balón a la izquierda de Con un certificado, pero no con decisión y el portero lo sacó en su estirada. Bellingham fue rápido a consolar a su compañero, como ya hiciera en Anfield. Y es que ante el Liverpool pasó exactamente lo mismo. Lanzamiento muy parecido que despejó Kelleher.
Más allá de los dos fallos, Mbappé pasó de nuevo de puntillas por el partido. No fue el único, porque es complicado salvar a alguno en el Madrid, pero hace tiempo que se le espera. El francés lo intentó, pero le falta la chispa y la determinación, el colmillo que hacía temblar a sus rivales. Sin Vinicius, empezó por la izquierda y en las carreras que intentó no tuvo éxito. Casi siempre un rival se cruzaba en su camino y le rebañaba el balón. Aún así, tuvo dos remates claros: en el primero hizo gol pero fue anulado por fuera de juego. En la segunda parte, Rodrygo hizo una buena jugada por la izquierda y le puso un buen balón a Kylian, pero su remate llegó fácil al portero con todo a favor para un buen golpeo. Kylian ya había pasado a jugar de 9 con la entrada de Brahim, pero tampoco le mejoró mucho.
Kylian ha fallado cinco de los últimos 14 penaltis que ha lanzado, con el PSG falló tres, pero en el Madrid ha ido a menos. Empezó marcando desde lo once metros. Hizo tres de tres, pero ahora son ya dos fallos seguidos. Ante el Getafe, de hecho, y tras haber fallado en Anfield, dejó el primer lanzamiento a Bellingham, que no perdonó. Iba a cederle un segundo penalti a Rodrygo, pero al final no se señaló. Ancelotti valoró su gesto “altruista” para descartar que a Kylian le faltara confianza. Y lo cierto es que en San Mamés, con Rüdiger en el suelo tras la falta del portero del Athletic, cogió la pelota para lanzar. Pero el fantasma de Anfield apareció.
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