¿Realmente lo creyó? Este lunes 2 de diciembre, cuando Michel Barnier suba al podio de la Asamblea Nacional, sus esperanzas de “elevar la línea del horizonte en 2025”, como le gustaba decir, para establecerse como “reformador” de un país en desorden, se desvanecen. El Primer Ministro, con aire flemático y resignado, acaba de responsabilizar a su Gobierno de haber aprobado el presupuesto de la Seguridad Social sin votación en el Parlamento, en virtud del artículo 49.3 de la Constitución. Con este gesto, el ex comisario europeo, de 73 años, vive sin duda sus últimos momentos al frente de Matignon.
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Apenas dos meses después de haber pronunciado su declaración de política general, aquí se encuentra bajo la amenaza de una moción de censura. El suspenso es escaso. La Agrupación Nacional (RN) se ha comprometido a votar con la izquierda, reunida en el Nuevo Frente Popular (NFP, ambientalistas, socialistas y “rebeldes”), para derrocar al gobierno en cuarenta y ocho horas. “¡No se está desarrollando ningún escenario en este momento!” No puede ni debe detenerse en el atraco de Marine Le Pen, que no sabe cómo salir del banco”., Queríamos creer en Matignon el lunes por la noche.
Sigue siendo posible un giro radical de la extrema derecha, al igual que una división de la izquierda en el momento clave de la votación. Pero nadie, entre los aliados y opositores de Michel Barnier, imagina que el ex comisario europeo podría escapar al destino ignominioso de ser el primer ministro más efímero de la V.mi República. Él mismo parece haber preparado su salida pronunciando, desde el Palacio Borbón, un discurso en el que prometía a sus adversarios rendir cuentas ante la historia. En un momento en que el país podría hundirse “en territorio desconocido”vivimos “un momento de la verdad que enfrenta a cada uno con sus responsabilidades”, señala, seguro que “Los franceses no nos perdonarían que prefiriéramos los intereses particulares al interés general”.
“No había medido la magnitud del peligro”
Desde su llegada a Matignon, Michel Barnier, según su despacho, “lúcido” sobre su situación. “Él sabe desde el principio que el día que el enfermero registrado presiona el botón, se acaba”dijo uno de sus asesores. Pero el inquilino de Matignon, acostumbrado a negociaciones duras, parece haber pensado, hasta el último momento, que el líder de extrema derecha estaba poniendo el farol. “Él descubre la situación. No había medido la magnitud del peligro”observa decepcionada Prisca Thevenot, diputada por Altos del Sena (Renacimiento).
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