Dieser Typ, von Eisermann mit unterdrückter Energie verkörpert, hat etwas Gemeines an sich. Hier, im Kölner „Tatort: Siebte Etage“ vom Autorenduo Eva und Volker A. Zahn, fällt dem Laufhaus-Betreiber die Rolle des personifizierten Widerspruchs zu, der immer noch bleibt, auch wenn das Thema Prostitution nicht als Variante verbrecherischen Menschenhandels abgehandelt wird. Kneissler behauptet, die Transaktionen auf der siebten Etage seines Mietshauses seien nichts als gewöhnlich. Triebabfuhr und gespieltes Verständnis gegen Bezahlung, angeboten von Freiberuflerinnen. Vom Gegenteil der Realität handelt dieser sozialkritische Krimi, dessen Whodunit kaum Spannung erzeugt und es auch gar nicht will.
Wer „Siebte Etage“ gesehen hat, mag Männer fortan eklig finden. Hier schnaufen Männer mit verzerrten Gesichtern, hier bewegen sich schwabbelige Bäuche rhythmisch, in Reihe montiert. Den sexuellen Akt sieht man mit den Augen der Prostituierten als abstoßende Angelegenheit (Kamera Lukas Gnaiger, Regie Hüseyin Tabak). Die originellste Szene des Krimis ist dieser Zusammenschnitt der Routine. Erst Geld, Kondome, dann die Männer, ihre Brüste, Bäuche, Gesichter, Orgasmen. Nichts ist hier übrig vom „viel Spaß“, mit dem die Männer sich noch im Aufzug miteinander freuten.
Tráiler“Escena del crimen – Séptimo piso”
La vista de la cámara finalmente pasa del ombligo a una cara. Ahora la luz es azul fría, ya no roja como antes. Porque este hombre está muerto, Malik Zeman (Mehdi Salim), el hombre de seguridad del séptimo piso del Centro Eros, fue empujado por la ventana de la sala de limpieza. Nadie lo extraña. Ni su hermana Kaja (Nuriye Jendroßek), que ofrece aquí servicios de peluquería. Ni la diseñadora de uñas Chiara Passlak (Sabrina Setlur), una ex prostituta cuyo dinero el hombre desperdició. Especialmente no las trabajadoras sexuales Jasmin Backes (Antonia Bill), Cosima Adam (Senita Husic) y Tani Schiller (Maddy Forst). Resulta que el muerto pensaba que estaba en el paraíso de los hombres. Su idea: sexo libre y malas conductas impunes. Antes de su muerte, se le ve orinando de placer en el suelo. Ni siquiera la limpiadora Renate Schnüttgens (Birgit Mascus), que todo lo sabe, sabe quién se deshizo del pipí permanente. O ella finge.
“Seventh Floor” ciertamente es adecuada como película sobre un posible odio creciente hacia los hombres, pero como thriller criminal socialmente crítico es muy claro. Se nota que los Zahn han investigado mucho, como siempre. Muestran la aleccionadora realidad, en el mejor de los casos idealizada por los clientes habituales. Como Norbert Jütte (Roland Riebeling), que conoce a Cosima desde su época en Sitte y redescubre su corazón de hombre cliché y amigable con la gente, aunque sus colegas Max Ballauf (Klaus J. Behrendt) y Freddy Schenk (Dietmar Bär) le advierten urgentemente.
Estos dos investigan los incidentes en el séptimo piso y, por lo demás, permanecen en un segundo plano. No son necesarias demarcaciones frente a la masculinidad tóxica, que aquí se describe como siempre, no tienen nada que ver con la humillación de las mujeres mostrada. Las tres trabajadoras sexuales cuyas historias se cuentan se dirigen directamente a la audiencia; hablar de cómo “las pollas duelen el alma”, de la exclusión social y otras consecuencias. Aquí se vuelve en parte drástico y en parte melodramático. “Seventh Floor” pretende principalmente ser una película educativa para un público que aún no ha pensado en las mujeres que realizan trabajo sexual.
El Escena del crimen: séptimo piso sale el domingo a las 20:15 en Erste.